El tiempo todo lo cura siempre me han dicho, y creo que es
la verdad. El tiempo transforma el dolor en recuerdo. El tiempo nos concede la
serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar, el valor para cambiar
las cosas que podemos cambiar, y la sabiduría para saber la diferencia. Tal
como nos lo dice la oración de la serenidad que recitan los adictos en su camino
de recuperación. El tiempo desanuda la
madeja de nuestras dudas y contradicciones. El tiempo no regala la fuerza para
pararnos de nuevo y dar el siguiente paso, sin importar el embate que nos tiró
al suelo. El tiempo nos ayuda a enfocar con un lente nuevo nuestra vida y, cada
una de las experiencias vividas. El tiempo no actúa solo, el tiempo nos recuerda
los ciclos y de los ritmos de la vida. El tiempo es un gran maestro. Pero ese
maestro es escurridizo. Cuando lo miramos de frente nos hace un permanente
llamado a la acción. Y para muchos infunde un gran miedo al porvenir.
Es gracias a ese maestro y su compañera, la paciencia, que
estos meses que he vivido, después de duelos, pérdidas y tratamientos, que hoy
me siento con ánimo de seguir estudiando en esta escuela de la vida. Gracias a esas despedidas y a esos días “en
la lona” como les digo yo, tuve la oportunidad de valorar cada una de las
personas que tenemos a nuestro alrededor, hasta aquellas que nos hieren. Porque
todas ellas, si nosotros lo asumimos así, nos ayudan a aprender a crear y
mantener relaciones significativas, nos ayudan a abandonar patrones de
comportamiento que nos limitan, nos ayudan a crecer, nos inspiran, nos
acompañan. También, durante este periodo
de ausencia de las letras recordé que el tiempo se nos va como arena entre los
dedos, pero si sentimos con intensidad, si disfrutamos hasta el malestar y el
dolor, podremos deleitarnos de esos sabores ocultos que nos trae el manjar que
llamamos vida.
Respetar nuestros ciclos es un arte. Yo intente a toda costa
escribir algunas líneas durante estos meses. Esfuerzo que resultaba infructuoso.
Quise hacer ejercicio cuando todavía estaba sin energía. Me empujaba a hacer
cosas cuando me sentía incapaz. Gracias a estos meses recordé el viaje de transformación
de una semilla a una flor. Cada flor tiene su propio ritmo. Cada semilla
necesita de diferentes ingredientes. Algunas necesitarán más sol, otras
semillas necesitarán más humedad. Lo importante es conocernos tanto para saber
cuando tenemos que regarnos, cuando tenemos que salir al sol, cuando tenemos
que trasplantarnos, cuando tenemos que podarnos. Florecer no pasa de la noche a
la mañana. Necesita observación, determinación, trabajo, disciplina, y
toneladas de amor. Esta actividad
requiere de tiempo y paciencia.
“Los dos guerreros más importantes son el tiempo y la
paciencia.” León Tolstoi
“El tiempo es el consejero más sabio de todos”. Pericles
De la mano de Tolstoi y Pericles los invito a que abracemos
a esos dos guerreros. Los invitemos a cenar de nuestro manjar. Escuchemos su
consejo. Y recordemos que es algo dado que no podemos crear. ¡No lo
desaprovechemos! Decide hoy que vas a hacer que tanto has pospuesto. Decide
hoy qué vas a enfrentar. Mira de frente a eso que tanto has ignorado. Aparca
el miedo, y acompaña a semilla en su tránsito a convertirse en flor. ¡Nunca es
tarde!
Para mí, compartir mi tiempo con ustedes, es una gran
bendición.
¡Salud porque la aurora regrese a casa!
¡Feliz día!