viernes, 26 de abril de 2024

EL REGRESO DE LA AURORA

El tiempo todo lo cura siempre me han dicho, y creo que es la verdad. El tiempo transforma el dolor en recuerdo. El tiempo nos concede la serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar, el valor para cambiar las cosas que podemos cambiar, y la sabiduría para saber la diferencia. Tal como nos lo dice la oración de la serenidad que recitan los adictos en su camino de recuperación.  El tiempo desanuda la madeja de nuestras dudas y contradicciones. El tiempo no regala la fuerza para pararnos de nuevo y dar el siguiente paso, sin importar el embate que nos tiró al suelo. El tiempo nos ayuda a enfocar con un lente nuevo nuestra vida y, cada una de las experiencias vividas. El tiempo no actúa solo, el tiempo nos recuerda los ciclos y de los ritmos de la vida. El tiempo es un gran maestro. Pero ese maestro es escurridizo. Cuando lo miramos de frente nos hace un permanente llamado a la acción. Y para muchos infunde un gran miedo al porvenir.

Es gracias a ese maestro y su compañera, la paciencia, que estos meses que he vivido, después de duelos, pérdidas y tratamientos, que hoy me siento con ánimo de seguir estudiando en esta escuela de la vida.  Gracias a esas despedidas y a esos días “en la lona” como les digo yo, tuve la oportunidad de valorar cada una de las personas que tenemos a nuestro alrededor, hasta aquellas que nos hieren. Porque todas ellas, si nosotros lo asumimos así, nos ayudan a aprender a crear y mantener relaciones significativas, nos ayudan a abandonar patrones de comportamiento que nos limitan, nos ayudan a crecer, nos inspiran, nos acompañan.  También, durante este periodo de ausencia de las letras recordé que el tiempo se nos va como arena entre los dedos, pero si sentimos con intensidad, si disfrutamos hasta el malestar y el dolor, podremos deleitarnos de esos sabores ocultos que nos trae el manjar que llamamos vida.

Respetar nuestros ciclos es un arte. Yo intente a toda costa escribir algunas líneas durante estos meses. Esfuerzo que resultaba infructuoso. Quise hacer ejercicio cuando todavía estaba sin energía. Me empujaba a hacer cosas cuando me sentía incapaz. Gracias a estos meses recordé el viaje de transformación de una semilla a una flor. Cada flor tiene su propio ritmo. Cada semilla necesita de diferentes ingredientes. Algunas necesitarán más sol, otras semillas necesitarán más humedad. Lo importante es conocernos tanto para saber cuando tenemos que regarnos, cuando tenemos que salir al sol, cuando tenemos que trasplantarnos, cuando tenemos que podarnos. Florecer no pasa de la noche a la mañana. Necesita observación, determinación, trabajo, disciplina, y toneladas de amor.  Esta actividad requiere de tiempo y paciencia.

“Los dos guerreros más importantes son el tiempo y la paciencia.”  León Tolstoi

“El tiempo es el consejero más sabio de todos”. Pericles

De la mano de Tolstoi y Pericles los invito a que abracemos a esos dos guerreros. Los invitemos a cenar de nuestro manjar. Escuchemos su consejo. Y recordemos que es algo dado que no podemos crear. ¡No lo desaprovechemos! Decide hoy que vas a hacer que tanto has pospuesto. Decide hoy qué vas a enfrentar. Mira de frente a eso que tanto has ignorado.  Aparca el miedo, y acompaña a semilla en su tránsito a convertirse en flor. ¡Nunca es tarde!

Para mí, compartir mi tiempo con ustedes, es una gran bendición. 

¡Salud porque la aurora regrese a casa!

¡Feliz día!

sábado, 13 de mayo de 2023

La Música de la Alegría

“Me llamo Jose David, tengo 8 años, mi mamá se llama Lina, y los dos vivimos en Caldas, Antioquia. Mi gran deseo es ser chelista y asistir al Encuentro de Chelistas de Colombia, pero no tengo chelo porque no tenemos los recursos para comprarlo, ni mucho menos dinero para ir a Bogotá al encuentro. Nos costó mucho pedir ayuda, no sabíamos cómo y nos daba mucha pena.  Después de hablar con mi mamá finalmente nos decidimos a pedir ayuda. ¿Y adivinen lo que pasó? ¡Magia! Hablamos con el evento y el chelo nos lo donó la mamá de una chelista bogotana, otro chelista más aportó para la inscripción del evento, otra persona prestó un apartamento en Bogotá cerca a la Universidad de los Andes donde será el evento, una amiga de mi profe me regalo la ropa para los dos conciertos, la Casa de la Cultura de Caldas nos ayudó para comprar los tiquetes. En fin, anoche puse un aviso en la puerta de mi cuarto que decía: Ocupado por un músico lindo de corazón alegre”.  

¡Qué tal el convencimiento de lo que quiere ser! ¡Qué tal la determinación por conseguir lo que sueña! ¡Querer es poder, señores y señoras! La humildad para pedir y la compasión de las demás personas avivaron el fuego en su corazón de ser un músico de corazón alegre.

El tiempo sigue su curso y así los acontecimientos en cada una de nuestras vidas. En la mía ha habido un cambio de estación. Así como los árboles resisten las gélidas temperaturas del invierno, pierden todo su follaje, y como titanes y con mucho control y, hasta estoicismo, esperan pacientemente el despunte del sol y el deshielo, así he sentido que han sido los últimos años de mi vida. Pero cuando el calor de sol abraza a esos árboles que se pudieran pensar son chamizos porque más escuálidos imposible, y la tierra nutre sus raíces, los árboles hacen el despliegue de la más hermosa naturaleza. La florescencia ocurre, los colores aparecen, sus aromas inundan el espacio. Las abejas loquitas por tanto elixir no paran de trabajar. Y así es cuando nuestra verdadera naturaleza emerge, nuestro ser se manifiesta regocijante, por la vida y por la oportunidad de florecer, con inmensa gratitud por el invierno precedente, porque nos permite admirar con reverencia la alquimia de la transformación, y porque nos enseña con sable en mano lo que significa superarse, lo que significa mudar de follaje y de identidad, lo que significa la humildad y la aceptación, y lo que significa decidir cómo responder ante las adversidades de la vida.

Jose David me mostró su valentía enmascarada en un aspecto frágil, me mostró su sonrisa, su alegría, y su reverdecer al ver un video que decía que amaba a una de las personas que lo habían ayudado. Ese guerrero sin armas de metal se alista para abrir su corazón en el chelo, y para hacer la travesía menos vana de todas, la de conocerse a si mismo, la de comprender que su voz es única, la de reponerse a cualquier emboscada con la expresión como estandarte, y con sus notas buscar conquistar la escurridiza belleza que se esconde en lo profundo de su alma.

Yo me identifico con Jose David, hoy el sol vuelve asomarse en mi horizonte, hacen su aparición mis flores. Decidí estudiar terapia de sonido y de voz, decidí reenfocarme en mis estudios de chelo. Decidí capitalizar mis aprendizajes y ponerlos al servicio de mi propia florescencia como de quien me rodea. Decidí que abandonar el victimismo y asumir la responsabilidad. Decidí abandonar el miedo y atreverme a desplegar mi follaje sin dudarlo. Decidí tocar Carmen de Bolívar en el chelo. Decidí convencerme que soy capaz de emprender un nuevo comienzo y de ser lo que me sueño. Decidí poner el aviso en mi cuarto que como en el de Jose David dice: “Ocupado por un músico lindo de corazón alegre”.

sábado, 25 de marzo de 2023

La Risotada

En estos días, leí en Instagram una de esas frases de la Casa de Carlota dichas por personas con Síndrome de Down: “Un corazón roto sirve para armarlo diferente”. La verdad al leerla me quedé de una pieza. Cómo personas que supuestamente tienen una “discapacidad” le den a la diana tan certeramente. La pregunta que naturalmente sucedería sería: ¿cómo lo armamos si está hecho pedazos? ¿Si las piezas no cuadran con qué las pego? ¿Qué forma le quiero dar a ese nuevo corazón? ¿Qué debo soltar y aceptar por doloroso que sea? ¿A qué debo renunciar de mis creencias para empezar de nuevo? ¿Quién soy, qué busco ser, quién quiero dejar de ser? ¿Qué me debo perdonar para poder pasar la página? ¿Qué decisiones debo tomar para hacerme cargo de lo que me corresponde?

Es impajaritable que nos encontremos en el camino de la vida con momentos dolorosos. Como puede ser la partida de un ser querido, inesperada o no; la separación de caminos entre parejas o amigos; el despido de un trabajo; la mentira, el engaño y la calumnia, entre otras. Hay de todo en botica.  La tristeza es una emoción que no nos hace débiles sentirla. Todos la hemos sentido en la vida. Algunas personas la esconden o la evaden, pero ella viene a ayudarnos. Viene a abrir un canal de expresión de ese dolor.

Los budistas son muy claros en diferenciar el dolor y el sufrimiento. El dolor es algo natural que surge de un incidente determinado, y el sufrimiento es una acción deliberada de aferrarnos en ese dolor, y en no aceptar lo que implica ese cambio. Cuando sufro me victimizo y eternizo el dolor. Cuando en sí mismo el dolor es efímero. El sufrimiento es una resistencia al aprendizaje que trae consigo el dolor. Thich Nhat Hanh nos dice que el dolor trae consigo la comprensión y la compasión, y éstos son los verdaderos cimientos de la felicidad. Armar un corazón diferente como decía nuestra frase inicial implica observarnos, reflexionar sobre nosotros mismos, comprendernos y comprender la enseñanza que trae la circunstancia en que vivimos, al fin de cuentas implica transformarnos en el proceso mismo de desapego.  

¡Y sí, sufrimos porque nos apegamos a tantas cosas! A las personas, a una rutina, a una zona de confort, a las cosas, a una idea, a una ilusión, a una imagen de nosotros mismos. Yo siento que el dolor llega a recordarme siempre, a manera de cachetada, que amar significa soltar, que amarme significa perdonarme, que amar al otro significa comprender su dolor, y así dejar el disfraz de victima para asumir la capa de responsable. El dolor viene cual arte de magia, a transformarme y a llevarme de la mano, a verme directamente de cerca o a la distancia, y a susurrarme con su encanto, la respuesta de  qué estoy dejando atrás y abrazando en medio de tanta incertidumbre. Me sopla a dónde quiero y siento dirigir mis pasos.

Este proceso no es de un día para otro. En mi caso es cíclico. Va y viene. A veces estoy bien y a veces algo de repente me recuerda el incidente que me dolió. ¡Paciencia mi querido Watson! No hay de otra.  Muchas veces quisiera que las cosas se hubieran desarrollado de manera diferente. Pero no hay caso alguno recriminarme si lo intenté y dejé todo en la cancha. Si por el contrario no lo hice, no queda de otra que ponerse las pilas y reconducir lo que se pueda. Si quisiera cambiar algo que está fuera del alcance de mis manos me digo a mí misma: “¡aja que te crees, deja la soberbia, y acepta!”

Esta larga nota, para contarles que me duelo por la partida de mi tío Sergio. Su sentido del humor, sus ocurrencias, su risa, su inestimable cariño fue parte integral de mi niñez y de lo que hoy soy. Que sea una oportunidad, en medio del dolor que nos embarga, para decir gracias por siempre sacar una gran risotada en todos nosotros. Tu partida nos ha recordado a todos la fugacidad de esta vida. Nos ha recordado que no podemos perder el aliento, que amar es nuestro ejercicio como decían los místicos españoles. Y que debemos ponernos los zapatos, amarrarnos bien los cordones, y dar el siguiente paso, cualquiera que este sea con fe y esperanza.  

¡Ahora que armo de nuevo mi corazón, por tu partida, el color de tu risa siempre estará presente!  

jueves, 22 de diciembre de 2022

ODA A CARONTE

Cada fin de año, de ciclo, nos invita a una reflexión sobre lo aprendido. En mi caso, este año 2022 ha sido el año donde me encontré con la muerte de muchas maneras: la muerte de Luis Eduardo un viejo amigo, el suicidio de mi socio y amigo Yank, la muerte de mi “Ñaolin” como le decía cariñosamente a Don Benja, mi gran compañero de viaje por mas de 15 años; la muerte de la empresa, la muerte de mi relación con Tomás, el otro socio, la despedida de la Tía Pat, de César, de Beatriz Heilbron, de Roberto S., Jorge Z., la renuncia a una iniciativa que concebí y puse a marchar. En 2022 fue el abrazo de Caronte, el abrazo de ese impredecible viejo gruñón que transporta a las almas por las aguas de Hades.  Todo cambió de estación mientras Caronte en su barca navegaba sin cesar acompañando a mis seres queridos e iniciativas a otro plano. En el 2022 comprendí que por mas fuertes que sean los embates, ellos no deben jamás perturbar el sentido de tu existencia, y si no las conocemos cada encuentro con Caronte nos permite pasar por el cedazo todo aquello que tiene o carece de sentido.  Lloramos, nos dolemos, decimos adiós, nos da rabia, a veces ni somos capaces de asimilar la película que transcurre en 3D frente a nuestros ojos. Al final somos nosotros metidos en ese mismo río, en el que Caronte navega con su hermosa embarcación. No podemos explicar la sensación de desorientación y ahogo que nos genera despedirse y, abrazar la transformación y el cambio.

Hay pasajes de ese río que son calmos y otros, por el contrario, que son estrechos con corrientes impetuosas, su paisaje está hecho de piedras que sobresalen, y el agua conquista las cúspides de cada una de ellas sin permiso ni decencia. En los pasajes calmos se puede flotar, nadar si se quiere, pero, en los rápidos, la sensación de peligro, de fragilidad y vulnerabilidad está a la orden del día. Yo descubrí que tenía dos opciones para navegar estos pasajes cuya velocidad casi que ni te deja pensar, y es resistirme a la corriente y tratar de aferrarme a como diera lugar a algo que me sostuviera momentáneamente, o simplemente sumergirme en las profundidades, y convertirme en un alga, en una piedra, o en un pez que se alimenta, que juega y que se aprovecha de la corriente para vivir. En otras palabras, mientras Caronte con pericia navega el río, yo desciendo a sus profundidades a encontrar la serenidad que no está en la superficie, es adaptarme a ese río, es dejarme llevar. En la profundidad la corriente te transporta y te sientes sin gravedad, todo se mueve lento, te sueltas y disfrutas, cual tortuga marina que con garbo aletea y se desliza sin afanes ni preocupaciones.

Cada cambio, cada despedida, cada desencuentro, cada muerte, cada dolor es un mensajero, cual Caronte con su propia barca. Son maestros y nos dan instrucciones precisas para reconducir, y navegar el pasaje del río que estemos atravesando. No nos tiran al agua sin darnos la información y las herramientas para sobrellevarlos.

Yo me siento transformada. Yo me siento con más ganas de ser. Yo me siento muy afortunada de haber contado con maestros tan grandes para aprender de la vida, del perdón, de la lealtad, de la valentía, del amor. Ellos prendieron unas antorchas y me hicieron ver lo imperativo de ese viaje interior, allí adentro en esa oscuridad aparente sus mensajes resuenan como canciones, su ejemplo es un recorderis permanente de la fugacidad de esta vida, y que lo importante no es aquello que conseguimos, si no aquello que damos. Estar de frente a la muerte nos desnuda y nos invita a abrazar nuestra vulnerabilidad y nuestro presente como un indiscutible milagro.

 Nuestras creencias son nuestros lastres. Nos anclan a una imagen, a una forma de actuar y de ser. Apostemos a seguir la guía de todos aquellos maestros que nos antecedieron. No esperemos a estar en nuestro lecho de muerte para arrepentirnos de nuestros errores y equivocaciones. No esperemos a estar de frente a la muerte para apostar por la vida y comprender la maravillosa oportunidad para buscar la unión, la libertad, la plenitud. Que la inercia no nos carcoma, y cada día hagamos algo que nos acerque a ese propósito. Tomemos la decisión de cortar los lastres. ¡No esperemos más!

Que en estas navidades nos comprometamos a sumergirnos en nuestro interior, a pesar del ruido y la pereza, y agradezcamos con toda nuestra alma por cada cosa que nos sucede sin pedir ni merecer, por los aprendizajes, por lo seres que siempre estarán a pesar de su partida, por el dolor, por la enfermedad, por las dificultades económicas, por la incertidumbre, por la soledad, por los problemas, por nuestras propias debilidades. En fin, por todo aquello que nos reta, por todo aquello que tenemos, por todos y cada uno de los seres que nos acompañan en este caminar.

Yo hoy doy las gracias por cada uno de ustedes.  Y espero que la luz del amor se encienda en cada uno de sus corazones, y nunca, nunca, se apague.

¡Feliz Navidad!

jueves, 3 de noviembre de 2022

La Toxi

“Qué hice yo para merecer tu amor, me dijo entre lágrimas cuando me vio entrar en la UCI. “Te quiero abrazar, acércate”. Entre lágrimas de emoción me murmura, que había tenido pensamientos que habría sido mejor haberse muerto en la última de las dos cirugías que el día anterior le habían practicado. Estábamos mi primo Cheyo y yo, viéndola en medio del dolor más agudo, de la incomodidad más absoluta; de no poder tragar, de tener tubos drenando líquidos por doquier, y a pesar de sus contradicciones, nos sonríe, nos dice te quiero, y hasta estuvo mamando gallo con Cheyo al mejor estilo de Lencho de las Mercedes. Y no habían pasado cinco minutos y ya Patri me estaba enseñando la paciencia que todo lo puede.  En su agotamiento intentaba tragarse una muesca de hielo, y luego padecía la insoportable tos que le sucedía, se apretaba su barriga con una almohada para ayudarse a expectorar. No la oí quejarse de dolor. Y para mí eso era, en esas circunstancias, heroico. Ese día nos dice al pasarnos un kleenex que ella había utilizado: “pónganse guantes, me dicen la Toxi”, con una picardía digna de una niña diciendo sus primeras malas palabras.

Además del conocerte, acompañarte Patri en tus últimas dos semanas fue el más grande regalo que me hayas podido dar. Fue una inmersión a pulmón en las profundidades de tu ser, en las dualidades que plagan nuestro existir, en el valor del tiempo, en la perspectiva de lo trascendente e intranscendente de nuestro trasegar, en cómo la fragilidad humana expone unos atributos en esa silenciosa elocuencia, me recordaste del valor del desapego a lo material. Me sedujiste con tu volver permanente a la paz que sentías una vez tomaste la decisión. Con serenidad te enfrentaste a lo desconocido, decidiste cada detalle de tus últimos días, dejaste pildoritas de cariño a quienes más amaste, consolaste el dolor de toda tu familia, los convidaste a comprender que amar significaba dejarte pintar en un lienzo sin fronteras donde cualquier combinación cromática era posible. Pediste perdón, creaste una red de soporte entre los tuyos, te imaginaste cuadros, cantaste, y lloraste hasta cuando me habías dicho que estabas seca.

Aprendí cuando me pediste te acompañara a tomar la decisión más difícil de tu vida, la de abandonar el tratamiento y empezar el camino del buen morir, que tú en los más profundo de tu ser sabías cuál era tu decisión. Tuviste miedo no de la muerte si no del dolor de tus seres queridos. Y a pesar del miedo, afianzándote en esa paz que me repetías tuviste a partir de ese momento, alzaste el vuelo. Nunca te vi sombría a partir de ese momento. Tu paz era contagiosa a pesar del deterioro de tu cuerpo. La alegría nunca te abandonó. ¡Mi campeona como te decía, te ganaste la presea dorada!

Pero hay una cosa que con el paso de los días me he dado cuenta y es que cuando llegué a acompañarte pensé egoístamente que yo te iba a ayudar. Pero tú, por el contrario, me hiciste el más grande de los regalos.  Me conferiste el recordar mi camino, el recordar la razón de ser de mi vida, me inundaste de valentía para acometer el porvenir, me entonaste vallenatos para que no olvidara que no debo dejar de componer mi propia música, de abrazar con pasión lo que llevamos por dentro. Gracias Patri por recordarme quién soy y con tu ejemplo convidarme aprovechar con amor y luz cada segundo que tenga de vida, gracias por darme la osadía para atreverme a ser feliz.  ¡Te quiero Tía Pat!

domingo, 2 de octubre de 2022

Libélula azul

El sol en su apogeo calienta hasta el último grano de arena de la bahía de Tampa. Las libélulas danzan sin mediar coreografía ni ensayos. Sus piruetas colorean el bastidor irrespetando todo canon. Vibran sus alitas transparentes, y se suspenden en el aire, respiran y van a merodear a un laguito a donde logran ver su imagen magnificada. Entre tanto, una bandada de Ibis blancas surca los cielos. En medio de ese calor, una de ellas se despide de la bandada dirigiéndose al cenit. Ya el huracán hizo su paso, y ahora la vida continua, transformada: contigo y sin ti. Las lluvias ya quedaron atrás. Nosotros sentimos el coletazo del huracán, pero tu solita acompañada por tus seres más entrañables, levaste las anclas y te elevaste confiada a la luz insondable que tan intensamente anhelabas.

Y sí tú: ibis, libélula, mar, azul (tu color favorito), libertad, valentía, entrega, amor, carcajada, desparpajo, claridad, sensibilidad, adaptación, Patrietta para tus allegados después del trasplante. Si hay algo que te caracterizó, quillera empedernida, fue tu generosidad, la entrega a los demás. Todos dimos fe de una u otra manera. Intentaste a toda costa unirnos y lo lograste. Como hablamos hace unos días la luz de tu velita encendió en todos nosotros la nuestra. Tú en el centro y todos con nuestros pabilos encendidos a tu alrededor amándote y recibiendo tu amor. Tal como me dijiste con una sonrisa única…  ” ¡Caro, yo lo que hice fue una fogata!”. Y si, de ti emanaba el fuego del amor, en ti estaba la fuerza de la trascendencia, en ti estaba el calor de la certeza de tu decisión, la llamarada del desapego, la consciencia de la despedida.

Nos enseñaste a cantar y a bailar en medio del dolor. Cantaste, cual Escalona:

“¡ay!

¡De mi corazón asegúrate,

de todo mi amor asegúrate,

De mi corazón asegúrate tú,

¡Que de todo tu amor me aseguro yoooooo!

Cantaste a Jaime Molina, bailaste “Tamarino seco se le caen las hojas agua derramada no hay quien la recoja.” , te sumergiste en el preludio de la Suite 1 de Bach para cello, tu favorita.

Dijiste te quiero cientos de veces, estuviste al tanto de cada uno de los detalles de tu proceso, te despediste de todos, y al final Dios te concedió lo que tanto querías descansar en paz. Repetiste sin cesar “Nada te turbe nada te espante, Dios no se muda, la paciencia todo lo alcanza quien a Dios tiene nada le falta solo Dios basta”. Y siempre sin falta, hacías un pare antes de pronunciar “Solo Dios Basta”. Porque en lo profundo conociste a Dios en ti.

Hoy celebramos que tu sueño se hizo realidad, hoy te celebramos. Yo los invito en medio de la tristeza y la nostalgia celebremos a la tia Pat, a ese corazón valiente, que lo batalló todo, que coloreó de tantos colores nuestras vidas.

Tia Pat, gracias por darme el privilegio de ser testigo de tu humilde grandeza.

Porque …“Problema tuyo, problema mío”

TE QUIERO TIA PAT

sábado, 3 de septiembre de 2022

Al buen entendedor....

Sin ton ni son, voy dando pasos en medio de una carretera destapada rodeada por árboles que, desde su demarcado lugar en el mundo, nos acompañan a cuantos deambulamos por sus alrededores. Marcan mi ritmo el sonido de mis pasos, y tal vez mi corazón alza la mano.  Y digo tal vez, porque a veces le sigo y a veces me sigue. Los pinos bailan mientras yo me muevo, su torso se ondea con una flexibilidad envidiable. Y si en esa calma que solo da el contacto con esos majestuosos bailarines. Hay algo que simplemente deja de serte para serles, y ellos en esa grandeza, se vuelven diminutos para llenar de música y aroma ese pequeño espacio que habita en nuestros cuerpos, que no tiene forma, y al fin de cuenta no tiene límite. Que su pequeña inmensidad es insondable. Ellos dejan de ser y tú te vuelves ellos.

Y en la vida pasa, que, cuando uno menos piensa, esa travesía se estropea. Toca parar. Un auto rojo, como diría Vilma Palma e Vampiros, con aura de grandeza, rugiendo sus motores para llamar la atención del universo entero, pasa raudo y veloz, y te deja encunetado. Su chofer un inexperto jinete cree que la razón de ser es demostrar su poderío con la vana carcaza de su carro, y el rugir ensordecedor de sus motores. La polvareda se levanta, no tengo mas opción que detenerme, toser porque me cuesta trabajo respirar, quitar con mis brazos todo ese humo que no me deja ver. Trato de fijar en la distancia un lugar para referenciarme, y a lo lejos, más allá de esa nube atisbo algo que me da tranquilidad. La carretera sigue, hay una curva, no muy pronunciada, por cierto, y en las inmediaciones, vacas pastando aturdidas por el bólido rojo que atentó contra su serenidad. Impávidas están de tal barahúnda. Y sí, mientras las vacas se reponen de tal vil espectáculo, no tenemos más opción que incorporarnos, de pie ya, recobrar el aliento, limpiarnos los ojos, y quitarnos el polvo de nuestras palmas de las manos, y de la marca que nos queda en nuestras rodillas tras el raspón monumental. A ese jinete sin caballo, que nos irrespeta y nos deja comiendo polvo, hay que dejarlo pasar. Reconocer su ignorancia y perdonarle el irrespeto.

Al principio, cuando nos vemos cual cuadrúpedos en la cuneta, nos viene una rabia, que lo único que se nos ocurre es gritarle a ese inconsciente porque casi nos mata. A él no le importó atentar contra tu integridad física y moral. Tú te sentiste vulnerado, pero que mas da, tocó comer polvo. Y ese paseo acompasado se convierte en una pesadilla. El ego, la humillación, la rabia. Pero después cuando el ruido del motor se desvanece y, el jinete sin caballo deja de verte con el retrovisor, la tristeza toma la batuta, y nos muestra cómo ese ser le está siguiendo los pasos a Narciso y su inevitable destino de ahogarse deslumbrado por su propia imagen.

Los pinos siguen estando allí, el corazón sigue latiendo, la carretera no se desapareció, las vacas mugen, el polvo se limpia, los raspones sanarán algún día, y yo aún puedo moverme, puedo sin dolor dar un paso más. Tengo que esforzarme por aprender de la encunetada, pero una vez más, debo retomar mi paseo a sabiendas que puedo volver a tener un encuentro cercano con un adolescente embelesado por la falsa plenitud que el mundo y sus juguetes pueden dar. Ahora debo caminar más cauta. Disfrutando igual. Ahora sé que estos jinetes no quieren darse cuenta lo que dejan en la verja, lo único que les importa es el poderío que demuestran. Y a mí por el contrario me embelesa la belleza que me circunda. No soy infalible. Pero en este trasegar tengo la certeza que el jinete está ensordecido por el ruido que le acompaña, y ni si quiera me escuchó gritándole de la impotencia. Puede que una curva se lo coma, por la velocidad en la que va, o puede que no. Ya no importa. Yo seguiré a pico monto dando mis pasos, sin más pretensión que la de ser y aprender de cada etapa del camino. En esta etapa aprendí que la ignorancia es mala consejera. Que el ruido es mal consejero. Que mis intereses son diametralmente opuestos a los del jinete.  Y que siempre, podemos pararnos golpeados, y amar, aunque sea magullado a ese ignorante que te atropelló, y te recordó con más fuerza que nunca, que el camino es ser, es dejar de ser, es amar siendo, es sembrar sin esperar cosechar, es perdonar.