sábado, 25 de marzo de 2023

La Risotada

En estos días, leí en Instagram una de esas frases de la Casa de Carlota dichas por personas con Síndrome de Down: “Un corazón roto sirve para armarlo diferente”. La verdad al leerla me quedé de una pieza. Cómo personas que supuestamente tienen una “discapacidad” le den a la diana tan certeramente. La pregunta que naturalmente sucedería sería: ¿cómo lo armamos si está hecho pedazos? ¿Si las piezas no cuadran con qué las pego? ¿Qué forma le quiero dar a ese nuevo corazón? ¿Qué debo soltar y aceptar por doloroso que sea? ¿A qué debo renunciar de mis creencias para empezar de nuevo? ¿Quién soy, qué busco ser, quién quiero dejar de ser? ¿Qué me debo perdonar para poder pasar la página? ¿Qué decisiones debo tomar para hacerme cargo de lo que me corresponde?

Es impajaritable que nos encontremos en el camino de la vida con momentos dolorosos. Como puede ser la partida de un ser querido, inesperada o no; la separación de caminos entre parejas o amigos; el despido de un trabajo; la mentira, el engaño y la calumnia, entre otras. Hay de todo en botica.  La tristeza es una emoción que no nos hace débiles sentirla. Todos la hemos sentido en la vida. Algunas personas la esconden o la evaden, pero ella viene a ayudarnos. Viene a abrir un canal de expresión de ese dolor.

Los budistas son muy claros en diferenciar el dolor y el sufrimiento. El dolor es algo natural que surge de un incidente determinado, y el sufrimiento es una acción deliberada de aferrarnos en ese dolor, y en no aceptar lo que implica ese cambio. Cuando sufro me victimizo y eternizo el dolor. Cuando en sí mismo el dolor es efímero. El sufrimiento es una resistencia al aprendizaje que trae consigo el dolor. Thich Nhat Hanh nos dice que el dolor trae consigo la comprensión y la compasión, y éstos son los verdaderos cimientos de la felicidad. Armar un corazón diferente como decía nuestra frase inicial implica observarnos, reflexionar sobre nosotros mismos, comprendernos y comprender la enseñanza que trae la circunstancia en que vivimos, al fin de cuentas implica transformarnos en el proceso mismo de desapego.  

¡Y sí, sufrimos porque nos apegamos a tantas cosas! A las personas, a una rutina, a una zona de confort, a las cosas, a una idea, a una ilusión, a una imagen de nosotros mismos. Yo siento que el dolor llega a recordarme siempre, a manera de cachetada, que amar significa soltar, que amarme significa perdonarme, que amar al otro significa comprender su dolor, y así dejar el disfraz de victima para asumir la capa de responsable. El dolor viene cual arte de magia, a transformarme y a llevarme de la mano, a verme directamente de cerca o a la distancia, y a susurrarme con su encanto, la respuesta de  qué estoy dejando atrás y abrazando en medio de tanta incertidumbre. Me sopla a dónde quiero y siento dirigir mis pasos.

Este proceso no es de un día para otro. En mi caso es cíclico. Va y viene. A veces estoy bien y a veces algo de repente me recuerda el incidente que me dolió. ¡Paciencia mi querido Watson! No hay de otra.  Muchas veces quisiera que las cosas se hubieran desarrollado de manera diferente. Pero no hay caso alguno recriminarme si lo intenté y dejé todo en la cancha. Si por el contrario no lo hice, no queda de otra que ponerse las pilas y reconducir lo que se pueda. Si quisiera cambiar algo que está fuera del alcance de mis manos me digo a mí misma: “¡aja que te crees, deja la soberbia, y acepta!”

Esta larga nota, para contarles que me duelo por la partida de mi tío Sergio. Su sentido del humor, sus ocurrencias, su risa, su inestimable cariño fue parte integral de mi niñez y de lo que hoy soy. Que sea una oportunidad, en medio del dolor que nos embarga, para decir gracias por siempre sacar una gran risotada en todos nosotros. Tu partida nos ha recordado a todos la fugacidad de esta vida. Nos ha recordado que no podemos perder el aliento, que amar es nuestro ejercicio como decían los místicos españoles. Y que debemos ponernos los zapatos, amarrarnos bien los cordones, y dar el siguiente paso, cualquiera que este sea con fe y esperanza.  

¡Ahora que armo de nuevo mi corazón, por tu partida, el color de tu risa siempre estará presente!  

1 comentario:

  1. Recordar en el dolor La Risotada evita el sufrimiento, anima e invita .

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