Adentro de la casa la llama de la vela se contornea con la más mínima corriente de aire. Su calor y presencia se toma el lugar, y sí, al son de grillos, ranitas y luciérnagas, ella también vuela hacia donde su ser se expande. Nosotros espectadores de tal majestuosidad, más grandes en tamaño, pero incapaces de fundirnos en el movimiento perenne de lo que nos rodea, inspirados y coloreados por el halo de su llama, también como el Barranquero volamos sin saber, en el silencio, a ese lugar que nos recoge, que nos da calor, que nos resguarda de la intemperie, que nos invita a sosegarnos, donde solo debemos vigilar nuestros pensamientos, donde no podemos presumir o fingir, donde nuestra raza, peso, color o preferencia son fútiles, donde solo se puede estar presente.
Ignorantes somos al pensar que no tenemos un poquito de nube, un poquito del botón de la flor, de Barranquero, de grillos, luciérnagas y ranitas, de una llama de una vela..del otro que nos ama, del otro que nos hizo daño, del otro al que herimos. Del instrumento que somos en esta composición imposible de ser escrita.
¿Acaso no somos hombres en busca de sentido como diría Victor Frankl? Todos vivimos experiencias diferentes, unos tienen un tumor cerebral que le tienen que extirpar y luego vivir un proceso de quimioterapia, a otros le deben hacer resección de una parte del páncreas por un recién diagnosticado cancer, otros imprimen su ser en las composiciones musicales o en sus cuadros, otros se levantan en busca de su pan de cada día, otros caminan huyendo de la violencia a lugares desconocidos, otros viven entre barras por errores pasados, otros viven enterrados por la culpa, otros batallan contra la discriminación, otros sufren pérdidas de seres amados, otros padecen discapacidades y dependen de terceros. En fin en este mundo las historias no tienen son inimaginables.
Victor Frankl habiendo experimentado el horror Nazi en un campo de concentración escribe lo siguiente:
“Las experiencias de la vida en un campo demuestran que el hombre mantiene su capacidad de elección. (…) Quizás no fuesen muchos (hombres), pero esos pocos representaban una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas -la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino.”
“Considerar nuestra “existencia provisional” como algo irreal constituía un factor primordial para que la vida se les fuese entre las manos a los prisioneros, porque todo se revestía como carente de sentido. Tales personas olvidaban que, en multitud de ocasiones, son las circunstancia excepcionalmente adversas o difíciles las que otorgan al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo.”
Yo me pregunto cada día, si en efecto estoy decidiendo mi propio camino o si soy alguien que asiste a una película y ve su trama detrás del telón y no la personifica. O si por el contrario, mi indecisión me aleja de mi sueño, o mi mirada miope tergiversa tanto mi percepción de la realidad que decido no actuar. A veces me pregunto si el miedo me inmoviliza tanto y no me permite ser como ese Barranquero que sereno desafiaba la noche y sus peligros. O si mis oídos se cierran tanto a no escuchar lo que a gritos todo lo que me rodea me señala. Y ni qué decir en la pandemia, en donde la distancia física nos separa del otro....¿Si estaré andando mi camino o simplemente lo estaré viendo como se delinea en el horizonte deshabitado? ¿Será que me siento tan diferente y separada que no logro adentrarme a la magia que cada ser que nos circunda nos enseña?
¡ Oh cuán tardía acción es comenzar la vida cuando se quiere acabar! dice Séneca. Si realmente queremos alcanzar la inmortalidad que anhelamos, asumamos la brevedad de nuestra existencia, y asumamos cada segundo como una gran oportunidad de que nuestro espíritu crezca, de dar el siguiente paso en nuestro camino, de ser coherentes, de revestir de sentido nuestra existencia, así sea un domingo de pereza.
Tenemos cada día la oportunidad de fundirnos con el movimiento que nos rodea, de volver a casa, siendo la brújula ese lugar de sosiego que nos invita la luz de la vela en la noche fría. Tenemos la oportunidad de sentir que en la noche hay belleza, hay armonía, hay sentido, hay AMANECER. Decidamos asumir la noche como pasajera y el viaje hacia el alba como cierto.
Amén!
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