El sol sigue haciéndonos su despliegue de belleza, los arreboles nos quitan la respiración al verlos. Los ciclos de la naturaleza siguen su curso, y no han sido interrumpidos,como tantas cosas, por la pandemia. El otoño llegó para algunos, la primavera para otros, los días se acortan o se alargan a la espera de los solsticios. La hormiga arriera trabaja incasable por cargar una hoja y llevarla a su casa. Las corrientes marinas hacen sus trazos y marcan el ritmo de la travesía de los cardúmenes. Los vientos se arremolinan, se calman, se elevan, nos refrescan, nos avisan, nos recuerdan. La pequeña hoja que nace de un abedul, le permite a un escarabajo resguardarse del clima. Todo se mueve, todo sigue su ritmo, todo tiene su tiempo. Hasta la quietud se mueve dentro de nosotros, y nosotros nos transformamos dentro de ella. Y la lluvia, cómo olvidarla, ella con su magia se lo lleva todo, y permite que después de una temible tormenta eléctrica, todo refulja. ¿Cómo no agradecer cada día y su movimiento?
Llevamos casi 7 meses de un hecho que estremeció nuestras rutinas. Yo sigo viendo esos movimientos de la naturaleza desde mi balcón. Sentada en un banquito, veo a lo lejos las montañas que resguardan el valle en donde vivo, observo las golondrinas jugar plenas en la mañana, a las avionetas creerse golondrinas, el sonido de un estornudo incontenible de un vecino que se mezcla con la alaraca de los motores de la avioneta. Veo las nubes amontonarse a lo lejos, como hinchas en un estadio de fútbol a la espera del cotejo, luego las veo dispersarse súbitamente como resultado de una estampida en el escenario deportivo. Mi gato repite una y otra vez su rutina de dormilón consumado que alterna con sus ansiados paseos a su coca de comida. Las historias de nacimientos, muertes, enfermedades, recuperaciones milagrosas, de sonrisas y llantos, de desasosiegos y de esperanzas. De todo como en botica se presenta en este teatro.
En ese movimiento perenne, nosotros nos apegamos al statu quo. Nos creemos la idea de que podemos reversar, sostener o imponer nuestro deseo frente a los vaivenes del devenir. Somos los artífices de suposiciones infundadas y sobre esto construimos el imperio de nuestras existencias. Ustedes podrán pensar que la ola ni siquiera se imaginaría que que moriría al llegar a la orilla, o que a la nube juguetona la tomaría por sorpresa desgarrarse cuando terminase de cargar. La ola no muere, su contorno lo marcará siempre esa frontera de burbujas que se duermen en la tierra, y la nube siempre existirá en la plantita que nace de la semilla en eclosión. ¿Por qué insistimos en ignorar aquello que conocemos?
Cuando desde la ventana se observa el movimiento de lo que nos rodea, nos obliga a pensar que este también se refleja en nuestros ritmos y ciclos. ¿ Se lo permitimos? O simplemente la incomodidad que nos suscita la imagen de lo que creemos ser, nos encarcela, y no nos permite dejarnos llevar al son de esa melodía que tanto resuena en nosotros. Debemos trabajar de forma incansable para eclosionar. Salir de las membranas que nos inmovilizan, de los juicios que nos paralizan, de las palabras que nos imposibilitan, de los pensamientos que nos arrodillan. ¿No creen que vale la pena ser Jacque Cousteau y surcar las profundidades de nuestros mares? En ese caso tenemos que ser como los delfines y las ballenas, que son felices tan solo por existir, tal como nos lo recuerda nuestro aclamado marino. Nos convertimos en el explorador y lo explorado, en lo conocido reconocido, en lo amado y protegido.
Al salir de nuestro resguardo encontraremos que todo se mueve, pero disfrutaremos de esos cambios de estación, el miedo cederá el paso al asombro, el brote germinado se vestirá de gala, con la ayuda del sol se elevará, su tronco se ensanchará, su follaje se volverá tupido, y algún día florecerá. Con toda seguridad albergará nidos, acogerá insectos, será columpio para monos y trampolín para ardillas, y sin duda el pájaro carpintero se esmerará a marcar el ritmo de los días y a hacer de su tronco una obra de arte.
La eclosión se da cuando le damos calor a nuestra alma, cuando como buen guionista desentrañamos a los personajes de la obra, cuando buscamos hacer el bien, cuando nos examinamos y decidimos apostar por los movimientos que transforman nuestra vida y la de otros, cuando apostamos por evolucionar, por crecer, por dejar la seguridad de la casa materna, y aceptamos que la vida y sus aparentes encrucijadas son tan solo pretextos, para robustecer nuestra determinación a la búsqueda de esa plenitud que todos en los profundo anhelamos.
Y como diría Sócrates a sus atenienses, en su apología antes de ser sentenciado a muerte:
".. Toda mi ocupación es trabajar para persuadiros, jóvenes y viejos, que antes que el cuidado del cuerpo y de las riquezas, antes que cualquier otro cuidado, es el del alma y de su perfeccionamiento; porque no me canso de deciros que la virtud no viene de las riquezas, sino por el contrario , que las riquezas vienen de la virtud, y que es de aquí de donde nacen todos los demás bienes públicos y particulares."
Excelente Caro👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻👏🏻
ResponderEliminarCaro. Muy lindo artículo.
ResponderEliminarSabiduría expresada en poesía ❤
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