domingo, 2 de agosto de 2020

Día 132: Saltaré


Siguiendo el mundo de las historietas del blog anterior, empiezo este por una que me dejó la boca abierta. Al buen entendedor pocas palabras. Esto sucedió el 20 de julio, mientras en Colombia, celebrábamos el día patrio, un par de niños saltaban de un tercer piso en Grenoble (Francia) huyendo de un incendio que consumía su hogar. Las causas las desconozco.  Los vecinos del lugar se agolparon en el primer piso y les gritaban que se tirarán, mientas los niños se sostenían aterrorizados afuera de la ventana. Los niños, uno tras otro, vencieron el miedo y confiando en este grupo de desconocidos para salvar sus vidas, se soltaron, para descender en caída libre unos 15 metros.  En pleno siglo XXI , estos gritos no eran otra cosa, que gritos de independencia. Este fue el verdadero Florero de Llorente, para que este par de niños aprendieran que confiar en los otros puede salvarles sus propias vidas, que el miedo en vez de inmovilizarnos los debe movilizar, y que ante una encrucijada de tal magnitud una decisión puede ser un viaje cuyo puerto de partida es la angustia y cuyo puerto de llegada es la felicidad de ser conscientes de la fugacidad de la vida, y de su milagro. El mayor de los niños lanzó primero al pequeño, y luego lo hizo él. ¡Chapeau!

Walid Athoumani, estudiante de geografía y vecino del lugar que estuvo ahí para recibir primero al niño de 3 años y luego para recibir al de 10 años. Walid con otros vecinos, subieron a tumbar la puerta para poder entrar y no lo pudieron hacer, por lo cual decidieron optar por indicarle al par de niños que saltaran de su ventana. Los niños salieron ilesos, no tocaron el suelo. Mientras varios de los que recibieron a los niños sufrieron fracturas en sus muñecas, y dedos. A Walid no le importó el dolor de su muñeca y esperó la recepción del segundo niño. ¡Lo importante era salvarles la vida! En su relato, que les copio el link al final del blog, dice que se sentía orgulloso de la solidaridad de los vecinos y que los grandes héroes eran los niños con su coraje

Pienso en los niños, y me admiro ante su manejo de la situación, ante su valentía. Me asombra que a pesar de que en sus mentes el terror galopara, ante esta pequeñísima decisión, no vacilaron ejecutar lo que "unos mayores " desconocidos los instaban. Esa intrepidez y audacia es fruto también, de unas mentes sin tantos prejuicios, de la fantasía que los adultos olvidamos de que "todo es posible". El niño juega, y este juego se trataba de confiar. Por otro lado, pienso en Walid y sus demás vecinos,  actuaron determinados a ayudarles a los niños a pesar de la adversidad. La mente colectiva es mas fuerte que la mente individual, la adrenalina y la claridad del objetivo, los llevo como equipo a que, en tal nivel de presión, lograran lo impensable. Se imaginan la energía generada por la fuerza de choque, al sostener la caída libre de un un niño de 15 kilos y el otro de 30 kilos aproximadamente? Por pura física esa fuerza de choque deforma la materia porque la energía no se disipa si no que se transforma, y ahí llegaron las lesiones. No tenían manera de calcular ex ante el golpe ni el resultado. Querer es poder definitivamente.  Ninguno de los protagonistas de esta historia, tenían forma de verificar si el otro era confiable, pero lo hicieron sin tanto cavilar. La vida de estos niños son resultado de la confianza que todos se tuvieron: la confianza que los vecinos se tuvieron unos a otros, la confianza de los niños frente al grupo de vecinos, la confianza que el niño menor le tuvo al  niño mayor. Fue una cadena de confianza, la que impidió que estos niños yacieran fríos e inmóviles, o visto desde otra óptica, fue esta cadena de confianza lo que permitió que estos niños volvieran a nacer. 
 
¿Cuánto confío en mi?¿Cuánto confío en el otro?¿Cuánto confío en lo divino? La mente juega y nos encadena para hacernos pensar que no somos capaces de hacer algo que la saca de su statu quo, nuestro orgullo nos impide confiar porque nos hace sentir más que el otro, o el otro menos que nosotros, y nuestra ignorancia nos hace creer la mente suprema del universo, nos creemos dioses, y por tanto confiar en algo inmaterial es una pérdida de tiempo, si bajo mi pensamiento tengo controlado el destino,para qué debo confiar en algo que me trasciende? ¡Somos tan inconscientes, tan egoístas!

Alguien me dijo alguna vez que confiar es una decisión. Yo no creo que la tomemos con mucha frecuencia. Vivimos en relación a otras personas, y partimos de la desconfianza casi siempre. A mi me pasa, por ejemplo cuando vienen a gritar afuera del edificio pidiendo plata, familias enteras, más de una vez al día, con sillas y entables. Ya me suena premeditado el negocio. Ya no confío en la veracidad de sus quejidos y lamentos.  

Si queremos transgredir nuestros límites debemos confiar en nosotros, si queremos lograr algún día atisbar en lo divino, tenemos que confiar en su presencia, orden, y benevolencia, si queremos aprender a vivir con otros, debemos aprender a escuchar nuestra percepción e intuición sobre quién y cuándo confiar en el otro. Este episodio en Francia, nos dio una lección magistral, de poner en manos de otros, de desconocidos, mi vida. ¿Acaso soy yo la desconocida, es el otro, es el Ser Supremo? Tengamos el coraje de los niños para lanzarnos sin controlar el resultado. Soltar nuestras aprehensiones nos permitirán ser acogidos por nosotros mismos, por unas manos inesperadas a la vuelta de la esquina , por el despertar a la consciencia que la huella divina está en todo cuanto nos sucede, está en todo cuanto nos rodea. 

"Mientras andas el camino de la vida, verás un gran abismo. Salta. No es tan ancho como crees." Proverbio nativo americano

Aquí les va el link:
https://www.facebook.com/605545973301212/videos/31309074603266


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