Las flores se visten al mundo de majestuosos colores y silenciosas abren sus brazos al incandescente sol. Los pingüinos, en cambio, dejan de batir sus aletas y se abrazan tan cerca como sea posible para soportar la inclemencia del ártico, añorando el cambio de estación. Los cedros del Himalaya, sedientos, esperan sin fenecer, los monzones que llegan con el verano. Yo me pregunto, ¿si son tan sólo sus cuerpos que están dotados de tal nivel de resistencia, o que en si mismos, habita una mente que les ayuda a resistir los embates asociados a los ciclos que dan vida a la naturaleza, que nos dan vida?
En la antigüedad los helenos utilizaba sus Olimpíadas como medio para exaltar al cuerpo humano. El atleta, pasaba una educación rigurosa en el gimnasio, para portar algún día la corona de olivo salvaje. Platón y Aristóteles, en disenso con sus antecesores quienes argumentaban "la gimnasia para el cuerpo y la música para el alma", nos llevan a pensar que la educación física como un elemento pivotal para conseguir y preservar la salud y la belleza del cuerpo (y también
del “alma”, por utilizar la terminología platónica). El alma para Platón tiene tres manifestaciones, el alma concupiscible, el alma irascible y el alma racional. La primera es el alma humana mas cercana al cuerpo y sus deseos y sentidos, la segunda es aquella que se vincula con la voluntad, el valor y la fortaleza, y por último el alma racional, es el principio divino e inmortal.
No me van a creer pero toda la anterior perorata es porque se me dio por montar un simulador de bici en la casa, lo estrené el jueves. Mientras rodaba, recordé que el ejercicio físico nos acerca a nuestro cuerpo porque domina sus deseos de descansar, afianza la voluntad de soportar a toda costa, y te hace imaginar lo que se sentiría terminar semejante esfuerzo. Nos visualizamos lográndolo, y así de un momento a otro vemos la bandera de cuadros blanca y negra, que llamamos meta. Yo estaba que tiraba la toalla, estaba en la lona, pero esa fuerza que quema dentro de nosotros es lo que nos permite llegar a San Remo, a San Moritz, o a San Francisco. El cuerpo como medio para fortalecerse a si mismo, pero como instrumento para acercarnos, al otro poder que yace inexplorado por nosotros. No le damos valía a nuestra capacidad de emerger de la cenizas y al hecho que ese principio divino e inmortal nos es.
Sin querer queriendo como diría el Chavo del Ocho, comprendí que todos los seres de la naturaleza resisten a circunstancias extraordinarias e inimaginables. Su "mente" los convida a adaptarse, y a superar las barreras físicas internas o externas. Nosotros igual. En nuestra falsa concepción que somos cuerpos o mente, le despojamos de sacralidad a las actividades físicas. Montar bici, caminar, barrer, trapear, lavar platos que tanto hemos hecho en esta cuarentena. Educamos nuestra mente intelectual a sumar, a leer, a inferir, pero no educamos nuestra voluntad,y pasamos por alto que venimos con el instrumento que nos permitirá esculpirla. Nos creemos superiores a la flor, al pingüino o al cedro. Cuando en realidad tenemos que reverenciar sus pruebas. No importa en qué estación estemos de nuestra vida, eduquémonos cada día, para no sólo cultivar la salud de nuestro cuerpos físicos, sino cultivar nuestra voluntad, nuestra mente, y así podamos utilizarlas como espadas para combatir nuestras debilidades. Tal vez logremos, atraídos por nuestra nuestra divinidad, elevarnos como la marea, en pleamar.
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