Escucho a los analistas políticos decir que la razón de ser de la guerra de Ucrania es por el miedo que tiene Putin, líder de un régimen autoritario, de la occidentalización de su vecino. Putin a su vez afirma vehemente que Ucrania es un régimen neonazi. Se le olvida el pequeñito detalle a Mr. Putin que, Zelensky, el presidente de Ucrania es judío. Los noticieros buscan explicaciones para su locura y ahora dicen que tiene una enfermedad neurodegenerativa y que no tiene tiempo que perder. Por otro lado, Zelensky exhorta al presidente de los Estados Unidos a que se convierta en el líder del mundo, y la manera de hacerlo es convirtiéndose en el adalid de la paz. ¿Cómo lo propone? Ayudándole a defender sus fronteras, su territorio, y a ayudar a que la barbarie cese. Es decir, incorporándose en la guerra. Ucrania se desangra, se destruye, llora, tiene hambre, tiene miedo, se siente abandonada por el mundo occidental por el cual tanto apostó.
Tantas contradicciones y cuántos debates
éticos. Estados Unidos afirma a todas luces que se abstiene de participar por
prevenir una tercera guerra mundial, pero aporta armas y dinero. Europa tibia
depende del petróleo y el gas natural de Rusia. Tan sólo ahora después de casi
un mes de crueldad empieza a debatir una posible incorporación de Ucrania a la
Unión Europea, movimiento que responde a unas afirmaciones de Zelensky donde
daba por perdida esa posibilidad. Los líderes religiosos exacerbando la discordia
contraria a su mandato de unión, compasión y amor. Los rusos de a pie sufriendo
también por el orate que tienen de autócrata, porque sienten que los impuestos
que pagan están siendo utilizados para matar a su vecino y pariente. Además, viéndoseles
cercenada la libertad de acceso a la información y a la libertad de expresión.
Hoy ya ni si quiera pueden comerse una hamburguesa de McDonalds que fue símbolo
del fin de la guerra fría y acceso a las comodidades a las que adolecían. Las
madres de los soldados no conocen sus paraderos, y Putin afirma darles
compensación económicas por ser héroes. ¿Vida vs. Dinero?
Sufrimos y peleamos por el poder, por unas
fronteras imaginarias delineadas por el hombre, para el hombre y por el hombre.
¿O acaso un lobo estepario que sale de Siberia a darse un paseíto le piden
pasaporte para pasar a Ucrania, a China o a Kazajistán?
¿Y nosotros a qué jugamos? La humanidad
está desorientada, está anestesiada. Por un lado, nos encanta ver las noticias,
nos encanta vociferar en contra de las atrocidades y de la inoperancia de la
justicia global por juzgar a Putin como un criminal de lesa humanidad. Pero olvidamos
la compasión, olvidamos que mientras nos comemos un plato de almuerzo, al otro
lado del mundo hay alguien en un resguardo sin luz, oyendo bombas, sin comida y
angustiado por sus seres queridos, por su propio devenir. ¿y qué hacemos? ¿Al
menos una oración? ¿Cuántos de nosotros hemos ayudado a las víctimas? No Caro,
es que está muy lejos y no sé cómo hacer. ¿En serio? Querer es poder. No
queremos. Pero al mismo tiempo nos decimos a cada uno de nosotros que somos
personas buenas. Las contradicciones que vemos afuera existen en nosotros mismos.
¿Vamos a dejar que persistan?
El miedo es la leña que aviva el fuego de
guerras, de crímenes execrables, de hechos inenarrables. El miedo es el que hace
que nos acoracemos detrás de imágenes inexistentes de nosotros. El miedo nos
paraliza. El miedo nos hace reaccionar violentamente. El miedo nos hace agredir.
El miedo nos hace mirar la mirada hacia afuera y no hacía nosotros mismos. El
miedo nos convierte en lo que no somos. El miedo “petri-fica”.
Es el momento para desocultar nuestro ser, de
acercarnos a la verdad dejando atrás los velos que no nos dejan conocer las
cosas tal cual son. Aristóteles le llamaba a esto aletheia. Su etimología a (sin)
letheia (ocultamiento).
Evitemos guerras, confrontaciones, evitemos
dejar de vivir y tan solo existir, por nuestros miedos y contradicciones. No
nos ocultemos detrás de ellos. Y busquemos con nuestras acciones plagadas de osadía
y compasión, un cambio. Una desnudez sin velo, una entrega sin ruego, una
búsqueda sin ego, un amor labriego.