Hoy tuve que presenciar el último adiós de
un entrañable amigo. ¡La muerte tiene el poder de relativizarlo todo, ojalá tuviera
el poder de movilizarnos!
El observar el dolor de amigos en común me
hizo pensar, si él, Luis, alcanzaría a imaginarse cómo transformó la vida de
cada uno de nosotros. Las lágrimas se escurrían sin pedir permiso. Y ahí
algunos de los que, en otrora, se tomara unos aguardientes, bailara y hasta
cantara karaoke, éramos espectadores de una obra de teatro donde él era su protagonista.
Cuando se baja el telón. Todos los presentes
abandonamos el teatro volviendo a la realidad de nuestras vidas, pero con la
sensación de una tarde fría y lluviosa. Húmedos y acontecidos. Y es ahí
mientras resuelvo mi almuerzo y dirijo mi atención a temas mundanos que, me empiezo
a hacer todo tipo de preguntas, que compartiré sin filtro con ustedes.
Aquí van mis divagaciones: ¿por qué no
expresamos con apertura nuestros sentimientos a las personas que amamos? ¿a qué
le tenemos miedo? ¿por qué callamos en vez de darnos al otro? ¿por qué nos
alejamos de los demás? ¿por qué nos dejamos imbuir en nuestros atafagos y
olvidamos lo fundamental, el otro? ¿por qué están ausentes los que pensé debían
estar presentes? ¿cómo transformamos la ausencia en eterna presencia? ¿Qué más
evidencia necesitamos para quitarnos la venda de los ojos y empezar a caminar
hacia la paz, el amor, que tanto anhelamos? ¿por qué somos tan débiles y obstinados
con nuestros propósitos y por qué abandonamos nuestras luchas justificando
nuestra derrota? ¿por qué nos dejamos sonsacar de nuestros corazones para vivir
presos del ruido, el afán, la posesión y el ego? ¿cuánto tiempo más vamos a vacilarnos,
a hacernos los de la vista gorda, a sabiendas que podía haber hecho más y no lo
hice? ¿por qué creemos que tenemos tiempo de sobra?
Y es cuando pienso en el tiempo y su
severidad, que paro estas divagaciones y me concentro en hacer el almuerzo, porque
el hambre me azotaba. Cuando la cosa estuvo lista y me siento a almorzar, le
doy gracias a Dios por la vida, y una vez más se apodera de mi la gratitud por
el tiempo compartido con los seres que siempre serán en mi corazón, así esta
noche, ellos no puedan ver la luna. ¿qué es lo que verdaderamente atesoramos en
esta vida? ¿qué es lo que se tatúa de forma indeleble en el alma?
Yo hoy agradezco el milagro de vivir, de
llorar y de reír, y que me regalaras este instante de tu vida para leer estos
garabatos. Hoy brindemos por las personas que ya partieron, porque ellos son una
parte de nosotros, y tal vez nosotros seamos una parte de ellos. Que nuestras
lágrimas sean compromiso de cambio y persistencia para que seamos diferentes,
para que nuestras acciones le den calor a tantas personas con las que compartimos
a diario nuestras vidas, para que no sientan, como nosotros hoy el frío y la
humedad. Aprovechemos que es viernes, y brindemos por ese sí, que llevas
contigo. ¡Hoy brindo por ti Luis, buen viaje amigo!
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