Pero en lo personal el hito para mi fue ver y sentir al mar. Me metí cual cachaca con blue jeans remangados, pero eso importó poco, para sentir el juego del agua y sus corrientes, oler el salitre, saltar y reírme cuando las algas me hacían cosquillas de vez en cuando, y poder echarle un vistazo al horizonte. Era el atardecer y se percibía su felicidad, le estaba diciendo adios al día con todos los juguetes. Un gran pez saltó un par de veces, unos pajaritos blanquitos con alas grises hacían fila como niños de escuela en pandemia, con la distancia requerida, a comer el alga que se arremolinaba en la costa, mientras el majestuoso pelicano planeaba con libertad para aprovisionarse de una buena cena, y cuando la divisaba: ¡Chuplundum!
Comprenderán ustedes asombrarse de la sinfonía que presenciaba, sonaba como se veía, como diría mi profe de cello. Muchas veces le había dicho a mi mamá que lo que quería era ver el mar, y ahí estaba, respirando su inmensidad, agradecida por el salvoconducto. Pasé del 1103 donde el horizonte eran los ladrillos del edificio de enfrente, donde la algarabía no era porque la naturaleza estuviera entonada sino porque los taladros de una obra, rompían el piso y la tranquilidad de todos.
¡Y aún así, he de confesarles que no todo es como se ve!
¡Y aquí viene la frase cliché que faltaba! "Es que la pandemia me cambió". Salir después de un año de estar confinada, con muy poco contacto físico, con una rutina determinada, a tener que estar alrededor de muchas personas, algunos desafiando el uso de las mascarillas, jugando a dos manos entre el celular y el gel antibacterial, ahogándome por tener doble mascarilla y lamina de protección, estaba como una digna teletubi. No fue nada chévere la experiencia.
¿Así que me pregunté esos cuatro días de libertad condicional, si realmente era el exterior lo que condicionaba mi libertad? ¿O si por el contrario, será que durante un año no fui consciente que el encuentro con mi libertad, no esta condicionada por paredes y ladrillos, ni por salvoconductos? ¿Será que buscaba salir del 1103 como un mecanismo para no entrar en mi?
Así que cuando te dan esa opción de ver el "afuera" te das cuenta que a pesar de la belleza, de ver cosas diferentes, todo carece de sentido si eso no se conecta con ese mundo, de donde nacen las canciones, los poemas y las oraciones. Es como estando fuera del 1103, sentía que el exterior carecía de sentido, que donde estaba verdaderamente feliz era en mi. Era el juego de los contrasentidos, entre más contacto con el exterior mayor era el llamado del interior.
Al final parece que somos nosotros los que decidimos condicionar nuestra libertad o hasta a veces nos decidimos reos de la cárcel que nuestra propia mente y sus juicios erige. Comprendí con este viaje de encuentro con Pfizer, que el viaje en donde tenemos plena libertad nunca debe cesar, y que éste no esta condicionado por los circunstancias externas. Nuestra apuesta por nuestra espíritu no depende de encierros ni de pandemias, depende de nuestra voluntad. Hasta nuestro último suspiro debemos apostarle por sentir la plenitud del mar dentro de nosotros, sentir el asombro por sus misterios, apostarle a zambullirse en él, bailar en sus entrañas, cantar con sus ritmos, orar con su íntimo.
Maravillosa!!! Esas experiencias hacen que el lector se transporte
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