lunes, 22 de marzo de 2021

El remolcador de empuje

No sé si tuvieron la oportunidad de ver en las noticias, que esta semana anunciaban la muerte de Dick Hoyt, quien corrió 32 veces la Maratón de Boston,  y 6 Iron Man (la carrera de triatlón más exigente de todas).  Pues hasta ahí sonaría como una hazaña loable de un obsesivo compulsivo del ejercicio. Pero esta no es la historia. Dick realizaba todas estas hazañas de resistencia remolcando a su hijo Rick, quien nació con parálisis cerebral, quien no podía hablar y únicamente podía voluntariamente mover las rodillas. Cuadripléjico de nacimiento, a Rick no se le auguraba más que la acuñada frase de "vegetal". Se comunicaron por más de 10 años interpretando el movimiento de sus ojos. En vista de ver la coherencia de sus pensamientos,  sus padres fueron a la Universidad de Tufts para que le diseñaran una computadora que pudiera enunciar las frases dictadas por Rick al golpear su cabeza. Un tiempo después lograron empezarse a comunicar a través de la computadora adaptada, y así un día, de la nada,  le dice a su papá, ya de 40 años,  que quería que juntos corrieran una pequeña carrera de 5 millas, a lo que su papá accedió sin reparo. Así empezó la historia, de un héroe que:  adaptó la silla de ruedas de su hijo para poder correr los 42 kms de las maratones; que ubicaba a su hijo en un bote inflable que con una cuerda vinculaba a su cuerpo,  mientras nadaba en las triatlones; que adaptó la silla de ruedas que era movilizada con el pedalear sudoroso del padre en sus travesías en bicicletas , y que mientras el padre hacía la transición de disciplina, y no siendo ya de por sí retadoras las pruebas físicas del Iron Man, entre ellas y a contrarreloj el padre se cargaba al hombro al hijo, para ubicarlo en el siguiente dispositivo y así continuar juntos su aventura. 

Este hombre de hierro pensarían unos, transpiraba con la única motivación que su hijo volviera a sentir aquello que experimentó luego de culminar la carrera de las 5 millas: "Papá, cuando corro, siento que no soy una persona discapacitada".  Este hombre venció los límites del cansancio, venció su propia mente, por brindarle a su hijo  la liberación de sentirse preso de un cuerpo inerte. En una entrevista que le hacen luego de terminar una Maratón de Boston y de pulverizar los tiempos,  afirma que él no tenía interés alguno de correr solo, que la velocidad que lograban viene de algo que emanaba el cuerpo de su hijo, " el atleta es él".

¡Dibújenmelo, que yo lo coloreo!

Los antiguos alquimistas  antes de buscar transmutar metales en oro, debían purificarse, debían transmutar su propia alma.  Este padre emprendió un sendero de vencerse a si mismo, vencer su propio cuerpo para que su hijo lograra viendo el movimiento, porque no sé si su cuerpo lo sintiera, pero con seguridad su alma,  encontrara la respuesta de que él habitaba su cuerpo, pero que puede ser libre a pesar de él, que su alma  lo trasciende todo. No hay sueño imposible.  Este padre por amor, como un alquimista se purificó a si mismo para lograr lo impensable,  darle la oportunidad a su hijo de que comprendiera que es oro y no escoria, que es precioso en la burda discapacidad, en la quietud, en la dependencia, que es unión en la separación del mundo, que su espíritu no tiene silla de ruedas y que canta sin palabras. Que en su mente podía hacer lo que su papá hacía entregándolo todo por amor: cambiar, esforzarse, no desfallecer, rozar el límite de la locura, crear, reivindicar, motivar, correr, nadar, pedalear, sudar, darle sentido a cada respiración.

Este hombre fue un ejemplo para su hijo, lo dio todo, aniquiló lo imposible, la separación y los límites. Su padre fallece pero, hoy Rick sabe que se puede ser y no ser.  

No perdamos la oportunidad de ser un remolcador , como lo fue Dick para su hijo. Su empuje transformó, su empuje sembró, su empuje enseñó. La fuerza del remolcador y del remolcado se unen para transformarse. 

Si por el contrario, llega el momento en nuestras vidas que necesitamos de un remolcador porque no sabemos en qué aguas estamos navegando.  Confiemos en la pericia del otro y abrámonos a la experiencia de encontrar la belleza suprema en la unión, en el aprendizaje, en el despojarse de lo innecesario para sentir, como Rick, que nace la pureza de la impureza, que hay  movimiento en la quietud, que se puede alcanzar la  perfecta comprensión en lo incomprehensible, que se puede amar, amarse, amarte. 





 




domingo, 14 de marzo de 2021

El viaje del barranquero

La tarde cae..las nubes galopan la inmensidad como si estuvieran buscando un lugar donde pudieran resguardarse de la intemperie. El botón de la flor sigue su danza de apertura. El Barranquero se posa en una estaca de madera, desafiante de la oscuridad e inmóvil, observa el devenir. Es hora de ocultarse y, él sigue erguido sintiendo la sinfonía de bienvenida a la noche, con cantos, castañuelas y el zumbido propio del bosque en ebullición.  El Barranquero decida volar hacia allí, donde la orquesta de avezados músicos diminutos interpretan la belleza personificada. Ese lugar donde a pesar de la oscuridad y la poca visibilidad se siente en casa, seguro y a salvo de sus depredadores. 

Adentro de la casa la llama de la vela se contornea con la más mínima corriente de aire. Su calor y presencia se toma el lugar, y sí, al son de grillos, ranitas y luciérnagas, ella también vuela hacia donde su ser se expande. Nosotros espectadores de tal majestuosidad, más grandes en tamaño, pero incapaces de fundirnos en el movimiento perenne de lo que nos rodea, inspirados y coloreados por el halo de su llama, también como el Barranquero volamos sin saber, en el silencio, a ese lugar que nos recoge, que nos da calor, que nos resguarda de la intemperie, que nos invita a sosegarnos, donde solo debemos vigilar nuestros pensamientos, donde no podemos presumir o fingir, donde nuestra raza, peso, color o preferencia son fútiles, donde solo se puede estar presente.

Ignorantes somos al pensar que no tenemos un poquito de nube, un poquito del botón de la flor, de Barranquero, de grillos, luciérnagas y ranitas, de una llama de una vela..del otro que nos ama, del otro que nos hizo daño, del otro al que herimos. Del instrumento que somos en esta composición imposible de ser escrita. 

¿Acaso no somos hombres en busca de sentido como diría Victor Frankl? Todos vivimos experiencias diferentes, unos tienen un tumor cerebral que le tienen que extirpar y luego vivir un proceso de quimioterapia, a otros le deben hacer resección de una parte del páncreas por un recién diagnosticado cancer, otros imprimen su ser en las composiciones musicales o en sus cuadros, otros se levantan en busca de su pan de cada día, otros caminan huyendo de la violencia a lugares desconocidos, otros viven entre barras por errores pasados, otros viven enterrados por la culpa, otros batallan contra la discriminación, otros sufren pérdidas de seres amados, otros padecen discapacidades y dependen de terceros. En fin en este mundo las historias no tienen son inimaginables. 

Victor Frankl habiendo experimentado el horror Nazi en un campo de concentración escribe lo siguiente: 

 “Las experiencias de la vida en un campo demuestran que el hombre mantiene su capacidad de elección. (…) Quizás no fuesen muchos (hombres), pero esos pocos representaban una muestra irrefutable de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas -la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para decidir su propio camino.”

“Considerar nuestra “existencia provisional” como algo irreal constituía un factor primordial para que la vida se les fuese entre las manos a los prisioneros, porque todo se revestía como carente de sentido. Tales personas olvidaban que, en multitud de ocasiones, son las circunstancia excepcionalmente adversas o difíciles las que otorgan al hombre la oportunidad de crecer espiritualmente más allá de sí mismo.”

 Yo me pregunto cada día, si en efecto estoy decidiendo mi propio camino o si soy alguien que asiste a una película y ve su trama detrás del telón y no la personifica.  O si por el contrario,  mi indecisión me aleja de mi sueño, o mi mirada miope tergiversa tanto mi percepción de la realidad que decido no actuar. A veces me pregunto si el miedo me inmoviliza tanto y no me permite ser como ese Barranquero que sereno desafiaba la noche y sus peligros.  O si mis oídos se cierran tanto a no escuchar lo que a gritos todo lo que me rodea me señala. Y ni qué decir en la pandemia, en donde la distancia física nos separa del otro....¿Si estaré andando mi camino o simplemente lo estaré viendo como se delinea en el horizonte deshabitado? ¿Será que me siento tan diferente y separada que no logro adentrarme a la magia que cada ser  que nos circunda nos enseña?

¡ Oh cuán tardía acción es comenzar la vida cuando se quiere acabar! dice Séneca. Si realmente queremos alcanzar la inmortalidad que anhelamos, asumamos la brevedad de nuestra existencia, y asumamos cada segundo como una gran oportunidad de que nuestro espíritu crezca, de dar el siguiente paso en nuestro camino, de ser coherentes, de revestir de sentido nuestra existencia, así sea un domingo de pereza. 

Tenemos cada día la oportunidad de fundirnos con el movimiento que nos rodea, de volver a casa, siendo la brújula  ese lugar de sosiego que nos invita la luz de la vela en la noche fría. Tenemos la oportunidad de sentir que en la noche hay belleza, hay armonía, hay sentido, hay AMANECER. Decidamos asumir la noche como pasajera y el viaje hacia el alba como cierto.