Todos los participantes de la carrera se precipitan por la línea de salida, cada uno, claro está, portando la insignia que lo distingue como corredor de esta maratón. Nada más llevar la insignia es motivo de orgullo, ya que no cualquier persona clasifica a la carrera. La hora tan anhelada por fin ha llegado, los corazones laten de la emoción, la música intenta acallar el remolino que transcurre en las mentes de los participantes. Todos muy emperifollados con los últimos juguetes para medir su desempeño, audífonos inalámbricos, y ni les digo los tenis que llevan, dignos de un correcaminos de los de verdad, verdad. ¿Lograré mis tiempos personales? ¿Alcanzaré la meta o moriré de deshidratación? Todos conocen las reglas, correr 42 kms. y hacerlo en el menor tiempo posible. Algunos corren por causas sociales, o otros por su propia causa, o por una reivindicación Lo que es inobjetable es que no es un deporte de equipo, de lo que se trata es de vencer a los demás que están tan bien preparados y aperados como tú.
Mientras en algunos lugares del mundo, dan el pitazo de salida, en otros la atención se va a Messi y su reversazo a su decisión de irse del Barcelona, a propósito de deportes colectivos. Y a las manifestaciones que buscan acabar con la monarquía y con el uso del tapabocas. ¿Será que nos perdimos la entronización de su majestad el tapabocas? España, enfrentándose al segundo pico de la pandemia, agotados por la carrera, buscan a toda costa no enfrentar los efectos de su festejo de verano en las playas atiborradas de bañistas locales y nórdicos que se echan su escapadita anual, para rostizarse al mejor estilo ibérico.
¿Han tenido ustedes la oportunidad de ver una catarata? Pues yo recuerdo cuando tenía 15 años ir a ver las cataratas del Niágara. Para mi sorpresa, cuando se ven desde arriba, se ve la fuerza del agua en esa caída libre, se oye el solo de un percusionista único en su clase. Desde arriba se ve una nube, cuando se mira hacia abajo. ¡Sí! ¡Una nube! Si uno se acerca en el bote, se interna en la nube y no puede mirar hacia arriba, todo esta cubierto por esa densa capa de humedad, que no permite ver el punto en que el agua se despide de la tierra. ¡Para que me entiendan, de abajo no se ve lo de arriba, y de arriba, no se ve lo de abajo!
Así nos está pasando hoy. Colombia entera está corriendo la maratón. Sin embargo, me quedan muchas dudas que las personas sean conscientes de las reglas del juego de la carrera. El pitazo de salida se convierte, guardadas las proporciones, en un florero de Llorente. Es un grito a la libertad, a la independencia, al anonimato. Las reglas para muchos son simples, tengo que salir a trabajar, a ganar dinero. Para otros, debo salir porque tenía que hacer esto otro, hace mil años. Para otro grupo, la razón es que tengo que salir porque no veo la hora de ver a mis amigos. Lo sorprendente es la amnesia colectiva. A todos se nos olvidó que estuvimos casi seis meses enclaustrados por un virus, que no se ha ido. Ahora todos corren con vigor, ignorando que son presos de un sistema que los obliga salir a ganarse su sustento, a pesar de los peligros para la salud. Y obviando un datico relevante y es que estea es una carrera de fondo, es una carrera de largo aliento, y parece que estuviéramos corriendo los 100 mts. planos de la mano de Usain Bolt. Estamos enceguecidos, debajo de una nube que no nos permite observar el origen de la caída de agua, y tampoco nos permite comprender, que más allá del estruendo hay un arco iris que se dibuja cuando se colorea la humedad por el sol. Los españoles están corriendo la última mitad de la maratón, y se están dando cuenta, que no tenía sentido ignorar la presencia del coronado virus, ya que muchas personas están abandonando la gesta, y está poniendo en tela de juicio la carrera debe continuar o si más bien se pide regresar a la cuarentena.
Vivimos en comunidad, por ende, no podemos creer que la vida es un carrera individualista. ¿Acaso creen ustedes que una cayena abre sus hermosos pétalos sin intervención de sol ni del agua? Nuestra vida tiene sentido en función del otro. Del otro como reflejo mío. Hoy escribo haciendo un llamado a la cordura a la mesura. En una carrera lo importante, es autoregularse, es conocer el ritmo y la cadencia que nos permitirán llegar a la meta. Lo importante es saber por qué y para qué corro. ¿Por qué huimos raudos y veloces al sosiego de nuestros hogares, para encerrarnos como ratones de laboratorios en centros comerciales, creyendo falsamente que con una compra todas nuestras infelicidades se van a desaparecer?
Mi pregunta de hoy es si debemos concebir nuestra libertad presos del mundo y su sistemas, o si debemos parar y mirar desde la ventana los aguaceros caer y esperar que el sol salga en cada uno de nosotros. La libertad no está dada porque el presidente Duque emita un decreto. Nuestra capacidad de crear no está limitada por las paredes. Nuestra posibilidad de dar no está cercenada por el distanciamiento físico. Yo tomé la decisión de no correr, sino por el contrario de parar. De vivir la libertad oyendo a Nahuel Pennisi, de vivir la libertad viendo a un ser querido sonreír o llorar, de vivir la libertad, no presa del dinero, si no de la magia, la belleza y la armonía, que vive en cada cosa a nuestro alrededor. ¡La verdadera libertad no la vemos, la sentimos!
libertad de elegir de manera responsable individual con un compromiso global
ResponderEliminarExcelente, totalmente de acuerdo! Qué preocupación...
ResponderEliminarExcelente reflexión. Cuidarnos para cuidar a los demás.
ResponderEliminarExcelente reflexión, ojalá muchos se unan a la carrera que propones a la de vivir, la de esperar en el mejor refugio, el hogar
ResponderEliminary de esta manera saber que fuimos capaces de reconocer el valor propio y el valor del otro.
Como reza el dicho popular, de las carreras no queda sino el cansancio... No sea que por correr antes de estar listos nos lastimemos. Gracias Caro por compartir tus reflexiones. Extrañaba a La Aurora y su Sombrero!
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