sábado, 26 de septiembre de 2020

Frenesí

Como dicen los sabiondos, hemos vuelto a la nueva normalidad. Yo la verdad no sé que significa eso de la nueva normalidad. Dejando de lado que sigo en cuarentena estricta, y veo la barahúnda por lo que transmiten nuestros independientes medios de comunicación, la realidad se muestra aún más desgarradora. No me aguanto, para serles sincera, ni a terminar los titulares de los noticieros colombianos. Me asombra  que así como creemos que todo tiempo pasado fue mejor, así creemos que todo tiempo futuro será mejor. ¿Cómo será nuestro futuro diferente si no hacemos nada por él en nuestro presente?  No basta si no ver las matanzas de personas de a pie, como dirían las abuelas,  por cuenta de abusos de la fuerza "armada". ¿Qué legitima el uso de un arma de fuego para cegar la vida del otro? A los civiles los llaman homicidas, a los militares por tener un uniforme parece que estamos acuñando una nueva acepción. El punto aquí se trata de que reflexionemos que cuando estábamos en medio del confinamiento nos vanagloriábamos de cómo la realidad iba a cambiar. ¿Lo ha hecho? ¿Hemos cambiado nosotros?

Mientras la violencia se escala, el mundo está como caballo desbocado vale decir, que sin tapabocas. Es pues, el episodio de una serie de suspenso de la mejor calaña. La posibilidad que un virus inexplicable, le ponga zozobra a nuestros vidas, se enmascara con la crueldad, de otros flagelos que como sociedad tenemos enquistados. El mundo se resiste al confinamiento manifestando en las calles con pancartas y todo, por absurdo que parezca, mientras que los ministros de salud advierten de la seriedad de la amenaza. Los alcaldes de las ciudades antagonizando con los gobiernos centrales, además de buscar ser la voz del pueblo, buscan minimizar el impacto económico de sus comunidades ( para la muestra Madrid y Bogotá). Buscan el heroísmo que compra votos. Qué sistema en el que vivimos, que terminamos olvidando las motivaciones iniciales de un confinamiento para darle paso a la prosperidad, que terminamos olvidando al otro ser humano, por darle paso a mi propia abundancia y seguridad. España se debate en esta dicotomía, y la población colombiana corre desbocada al inexorable encuentro con un rebrote digno de alfombra roja. Tenemos miedo del futuro, porque sentimos que estamos solos, y sentimos que sin seguridad económica cómo vamos a sobrevivir. El ideal que perseguían las personas de una comunidad neolítica que habitó Malta era el de ser obesos, porque vivían llenos de restricciones y limitaciones alimentarias. ¿ Cuál es nuestra limitación que refuerza nuestro ideal? ¿Cuál es nuestro ideal? Si no que lo responda el sobrino de Pablo Escobar que se dedicó a buscar una caleta por tantos años, que finalmente encontró con 18 millones de dólares hecho trizas por la humedad, ¿para qué gastó su tiempo, por unos papelitos con dibujitos? 

Y mientras tanto hay seres humanos batiéndose como titanes en UCIs, hay otros que se esfuerzan hasta el cansancio por hacer que esos guerreros que libran sus batallas, regresen sanos y salvos a sus queridos que añoran su regreso. Hay otros que se duelen por una desaparición, por un asesinato, por una amenaza, por el hambre, por la soledad, por ser discriminados. Todos y cada uno de nosotros tenemos que sobreponernos a las pruebas que nos pone la vida. Todos y cada uno de nosotros de una manera u otra, nos tenemos que tomar nuestra pildorita. Todos tenemos que ser, para los que les gusta el deporte, como ese tenista que está en la final de un gran slam y va dos sets abajo. Él no sólo tiene que remontar los dos sets, sino que debe ganar el quinto si quiere coronarse campeón. Esa es su prueba de fuego. Thiem el último campeón del US Open le tocó jugar horas y horas para vencer a su contrincante, cuando todo indicaba que iba a perder.  

¿No creen ustedes que las fotos de los seres queridos, o unos dibujitos hechos por niños,  hacen que las personas en las UCIs aceleren su mejoría? ¿No creen ustedes que para la hermana de la joven asesinada en el Cauca, escuchar el sollozo de la mamá del militar que le disparó, y poderse abrazar compartiendo su dolor, no fue un bálsamo para la amargura que ambas sentían?   

Mientras todo parece inmutable afuera, como colectivo. Nosotros como individuos tenemos el lienzo listo para el primer pincelazo. Al imaginar el resultado, la mano se dirige hacia el color indicado, a la textura indicada, a la mezcla indicada. Hay tantas obras de artes como personas. Para unas el pincel es la paciencia, para otros es la perseverancia, para otros es entender sus defectos, para otros es la humildad. El trazo se vuelve milagroso porque le empieza a dar vida un espacio vacío. El amor y la compasión son el color. ¿Cómo pretender hacer una composición sin una inspiración? ¿Qué sentido tiene nuestra vida si no es en relación a otra persona, a una flor, a un pájaro, a un amanecer, a una mascota?

¿Qué sintió Thiem al revertir el marcador? ¿ Qué siente un paciente que sale de la UCI al ver a sus enfermeros y camilleros llorar? ¿ Qué sienten los familiares de un desaparecido al conocer su paradero? ¿ Qué siente un anciano en un asilo cuando alguien lo visita? ¿ Qué sienten las personas con hambre, cuando piden y no son ignoradas?

Que sea el momento, para citar a Calderón de la Barca, cuando en Segismundo, nos recuerda: 

"...pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña,
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar....


Yo sueño que estoy aquí,
destas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son."


domingo, 6 de septiembre de 2020

En sus marcas...listos...FUEEERAAAA!!!!!


Todos los participantes de la carrera se precipitan por la línea de salida, cada uno, claro está, portando la insignia que lo distingue como corredor de esta maratón. Nada más llevar la insignia es motivo de orgullo, ya que no cualquier persona clasifica a la carrera. La hora tan anhelada por fin ha llegado, los corazones laten de la emoción, la música intenta acallar el remolino que transcurre en las mentes de los participantes. Todos muy emperifollados con los últimos juguetes para medir su desempeño, audífonos inalámbricos, y ni les digo los tenis que llevan, dignos de un correcaminos de los de verdad, verdad. ¿Lograré mis tiempos personales? ¿Alcanzaré la meta o moriré de deshidratación? Todos conocen las reglas, correr 42 kms. y hacerlo en el menor tiempo posible. Algunos corren por causas sociales, o otros por su propia causa, o por una reivindicación Lo que es inobjetable es que no es un deporte de equipo, de lo que se trata es de vencer a los demás que están tan bien preparados y aperados como tú. 

Mientras en algunos lugares del mundo, dan el pitazo de salida, en otros la atención se va a Messi y su reversazo a su decisión de irse del Barcelona, a propósito de deportes colectivos. Y a las manifestaciones que buscan acabar con la monarquía y con el uso del tapabocas. ¿Será que nos perdimos la entronización de su majestad el tapabocas? España, enfrentándose al segundo pico de la pandemia, agotados por la carrera, buscan a toda costa no enfrentar los efectos de su festejo de verano en las playas atiborradas de bañistas locales y nórdicos que se echan su escapadita anual, para rostizarse al mejor estilo ibérico. 

¿Han tenido ustedes la oportunidad de ver una catarata? Pues yo recuerdo cuando tenía 15 años ir a ver las cataratas del Niágara. Para mi sorpresa, cuando se ven desde arriba, se ve la fuerza del agua en esa caída libre, se oye el solo de un percusionista único en su clase. Desde arriba se ve una nube, cuando se mira hacia abajo. ¡Sí! ¡Una nube! Si uno se acerca en el bote, se interna en la nube y no puede mirar hacia arriba, todo esta cubierto por esa densa capa de humedad, que no permite ver el punto en que el agua se despide de la tierra. ¡Para que me entiendan, de abajo no se ve lo de arriba, y de arriba, no se ve lo de abajo!

Así nos está pasando hoy.  Colombia entera está corriendo la maratón. Sin embargo, me quedan muchas dudas que las personas sean conscientes de las reglas del juego de la carrera. El pitazo de salida se convierte, guardadas las proporciones, en un florero de Llorente. Es un grito a la libertad, a la independencia, al anonimato. Las reglas para muchos son simples, tengo que salir a trabajar, a ganar dinero. Para otros, debo salir porque tenía que hacer esto otro, hace mil años. Para otro grupo, la razón es que tengo que salir porque no veo la hora de ver a mis amigos. Lo sorprendente es la amnesia colectiva. A todos se nos olvidó que estuvimos casi seis meses enclaustrados por un virus, que no se ha ido. Ahora todos corren con vigor, ignorando que son presos de un sistema que los obliga salir a ganarse su sustento, a pesar de los peligros para la salud. Y obviando un datico relevante y es que estea es una carrera de fondo, es una carrera de largo aliento, y parece que estuviéramos corriendo los 100 mts. planos de la mano de Usain Bolt.  Estamos enceguecidos, debajo de una nube que no nos permite observar el origen de la caída de agua, y tampoco nos permite comprender, que más allá del estruendo hay un arco iris que se dibuja cuando se colorea la humedad por el sol. Los españoles están corriendo la última mitad de la maratón, y se están dando cuenta, que no tenía sentido ignorar la presencia del coronado virus, ya que muchas personas están abandonando la gesta, y está poniendo en tela de juicio la carrera debe continuar o si más bien se pide regresar a la cuarentena.

Vivimos en comunidad, por ende, no podemos creer que la vida es un carrera individualista. ¿Acaso  creen ustedes que una cayena abre sus hermosos pétalos sin intervención de sol ni del agua? Nuestra vida tiene sentido en función del otro. Del otro como reflejo mío. Hoy escribo haciendo un llamado a la cordura a la mesura. En una carrera lo importante, es autoregularse, es conocer el ritmo y la cadencia que nos permitirán llegar a la meta. Lo importante es saber por qué y para qué corro. ¿Por qué huimos raudos y veloces al sosiego de nuestros hogares, para encerrarnos como ratones de laboratorios en centros comerciales, creyendo falsamente que con una compra todas nuestras infelicidades se van a desaparecer? 

Mi pregunta de hoy es si debemos concebir nuestra libertad presos del mundo y su sistemas, o si debemos parar y mirar desde la ventana los aguaceros caer y esperar que el sol salga en cada uno de nosotros. La libertad no está dada porque el presidente Duque emita un decreto. Nuestra capacidad de crear no está limitada por las paredes. Nuestra posibilidad de dar no está cercenada por el distanciamiento físico.  Yo tomé la decisión de no correr, sino por el contrario de parar. De vivir la libertad oyendo a Nahuel Pennisi, de vivir la libertad viendo a un ser querido sonreír o llorar, de vivir la libertad, no presa del dinero, si no de la magia, la belleza y la armonía, que vive en cada cosa a nuestro alrededor. ¡La verdadera libertad no la vemos, la sentimos!