Mi última semana no ha tenido otro nombre que: la sincopa. . Gracias a mi profe de cello , he tenido una mano de Carmen de Bolívar monumental..." Tierra de placeres, de luz y alegría...de lindas mujeres...Carmen tierra mía!" Para los que no sean costeños, es mi porro favorito. Lo cantó Lucho Bermudez con Matilde Díaz. . A mi me transporta a mi niñez, a las premiaciones de los torneos de Golf, cuando de precocita me tocaba ir a las fiestas de los "grandes", a esperar mi copa. Me sentaba en unas escaleras , en el Salón Principal de Country Club de Barranquilla, que me permitían divisar desde lo alto a los "grandes" , y ver como se deslizaban, como seguían el ritmo que los Hermanos Martelo marcaban, como esas parejas se amalgamaban, y cada uno de ellos eran y dejaban de ser al escuchar la melodía. Era maravilloso ver cuando sonaban los primeros compases, la pista de baile se volvía un hormiguero, el factor común, la expresión.
A pesar de mis recuerdos de infancia, y de que mi corazón siempre haya latido a ese ritmo, no tenía la menor idea que se traía la profe un regalo de tal calado. La sincopa me explicó: " es un fenómeno que consiste en una prolongación de una figura rítmica o una armónica de un tiempo débil a un tiempo fuerte". La verdad quedé mirando un chispero. Cómo así que una prolongación de un tiempo débil a un tiempo fuerte. Pos manito, en el cello las dos notas se articulan en la misma arcada y la duración de las notas se suman. Me imagino que están tan perdidos como yo lo estaba. Pero para que no se desgasten con estos tecnicismos, se los voy a resumir...Carmen de Bolívar está plagada de sincopas. Y son ellas las que, entre otras cosas, le dan su exquisitez.
Lo hermoso de la sincopa es que esa ligadura, sorprende. La sincopa llena de fortaleza la esperada debilidad. Sazona la música, la vuelve un manjar; elimina los vértices de un cuadrado para sacar el compás y delinear un trazado sin líneas de contención.
¿Qué les parece si le aplicamos el concepto de la sincopa a nuestras vidas y a la realidad que vivimos? Los momentos de debilidad son aquellos donde nos cunde el miedo, donde el sosiego es un intangible, donde nos cuestionamos hasta el apellido, donde nos sentimos solos y sin sentido. Que tal si en la partitura de nuestras vidas, ligamos ese momento a uno revestido fortaleza. Al unir esos tiempos, transformamos esa fría arcilla, en una figura o forma que nos habita. La posibilidad de cambiar el ritmo y la melodía, están en nuestras manos si decidimos componer nuestra música. Muchas veces abandonamos la travesía por el miedo al qué dirán, o por los juicios que se vuelven una cadena perpetua. Nuestros seres queridos nos recuerdan el acervo de herramientas que llevamos en la mochila, nos hacen ver con claridad, que siempre hay algo del pasado que nos enseñó, y que nos permitió superar una tribulación. Ellos nos instan a que rebusquemos en los anaqueles, y hagamos uso de nuestro mejor esfuerzo para disfrutar de una nueva sintaxis, para ponerle picante y picardía, a lo que para muchos puede ser una agobiante existencia. El presente como foco de nuestra atención, y nuestro ser como instrumento sonoro.
"Uno para todos y todos para uno", al mejor estilo de los mosqueteros. Abramos nuestra mano a recibir aquel que nos brinda amor, abramos nuestra mano al que nos hiere, abramos nuestra mano a nuestro pasado, abramos nuestra mano a la búsqueda de la eternidad, abramos nuestra mano la incertidumbre, abramos nuestra mano a la imaginación, abramos nuestra mano a nuestra debilidad como pilar de la perseverancia y de nuestra transformación.
Embriaguemos de sincopas la vida. Rompamos lo moldes. Alteremos los ritmos. Crezcamos en el arte del tiempo. Aprendamos, como dijo Robert Schumann, a expresar los más delicados matices del sentimiento al penetrar más profundamente en los misterios de la armonía.
Aquí les dejo el vínculo para que se den un paseo por Carmen de Bolívar: