jueves, 30 de abril de 2020

Día 42: Semillas

Ojalá cantáramos de júbilo cómo hace el gallo al amanecer , o cómo lo pajaritos se preparan para su sesión de estudio. Están listos para surcar nuevos aires de conocimiento y de experiencia. El sol trabaja incansable para calentarnos y para demostrarnos, que la sombra, su opuesto existe. Las nubes esculpen sus formas para desafiar al más incrédulo. Y nosotros aún así no los saboreamos, no apreciamos ni sus fintas, ni su calor, ni su verso, ni su colorido. No agradecemos su utilidad.

Ayer salí al balcón de mi casa, y sentí el sol calentar mis brazos, sentí cómo me hacía falta apreciar su caricia. Ante ese encuentro mis brazos se erizaron y suspiré.  También me asomé a una de las ventanas de la casa e inspiré profundamente, y sentí la frescura del aire, su aroma, su libertad encontrándose con la mía. Cómo ese aire vestido de libre albedrío, bailó alrededor de la flor de azahar y del jazmín de noche para engalanarse y regalarme por un instante la gala de su encuentro.

En medio de la cuarentena, toda mi atención se ha dirigido a las plantas que tengo en la casa. Ha sido el proceso de aprenderlas a conocer. Saber cuánta agua quieren, si el lugar les gusta o no, si requieren poda. Todos los días me levanto a verlas, cómo la su magia se transforma en nuevas flores, en nuevos retoños. Es el presenciar del continuo poder creador de lo que nos rodea, es una explosión de ternura desenvolviéndose ante nuestros ojos.  Una semilla de mandarina hoy es una hojita minúscula sostenida por un tallo delgado que se eleva aspirando la luz, que le da vida.

Nuestro interior deambula buscando sosiego, buscando un lugar donde seamos plenos, sin imágenes, donde ese poder transformador que todos los seres de la naturaleza tienen, tenemos,  se manifieste. Esta semana al ver nacer esa pequeña plantita, e imaginar el tránsito en su interior para dejar de ser semilla y explotar en vida que gesta vida, pensé cuánto esfuerzo hay de por medio, cuántas situaciones adversas encontró esa semilla, la tierra podría no haber tenido el contenido nutricional adecuado ni la humedad. Ella luchó, en silencio, debajo de la tierra donde nadie la veía, sumida en su oscuridad aspiraba a emerger sin ser notada. Tanta grandeza revestida con tanta humildad.

¿Qué semilla se aposenta en tu interior y está dando ese tránsito hasta lograr abrir la puerta? ¿Es esa semilla ya historia, y hoy es una planta que se regocija con cada nuevo día y expone su dulzura para el deleite del colibrí o la abeja? ¿En este confinamiento, la estás cuidando? ¿Les estás hablando? ¿Te la imaginas dando frutos?

Hoy hago un llamado a que nos detengamos por un segundo al interior de nuestros hogares, al interior de nuestros corazones, para que reverenciemos la vida que nos habita, su misterio, su sabiduría, su fugacidad. El baile imperceptible siempre está teniendo lugar. Podemos decidir arrodillarnos en agradecimiento por su tenacidad y valentía, o podemos cegar nuestros ojos, o anestesiar nuestros sentidos, para alejarnos de rozar la cadencia del amor, de su abrazo, de su inconfundible plenitud.

Veneremos esas grandes proezas que no traen títulos ni dinero, sino que nos acercan a nuestro origen, a nuestro destino, a nuestra capacidad de ser y dejar de ser semillas. Luchemos como esa semilla de mandarina, sumida en la oscuridad, por emerger a la luz, sin ser notada.






4 comentarios:

  1. Muy bella tu forma de expresión y bastante profunda.

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  2. Hermosos pensamientos Caro. Como siempre nos das ejemplo.

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  3. Me gustó mucho, expresiones sobre lo que allí está que no lo vemos o no sentimos, gracias!

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