sábado, 4 de abril de 2020

Día 14: La Palabra


"Yo Soy la Gran Palabra" declara el faraón en los Textos de las Pirámides. El faraón, en el Antiguo Egipto,  Dios en la tierra, estaba convencido que podía dar vida a todo aquello hacia donde  su intención y pensamiento se  dirigiese. La palabra era mágica, era creadora.

El  Popol Vuh , libro sagrado de los Mayas, nos relata bellamente que al principio sólo habían dioses en un estado latente sobre un mar inmóvil, y hubo palabras y decidieron crear al mundo, para que el ser humano pudiera existir. En este proceso, fallaron dos veces, y a la tercera vez decidieron crearnos de masa de maíz mezclada con la sangre de los dioses. De esta manera los hombres eran uno con los dioses. La sangre de los hombres es el alma, y a la vez, el alma de los dioses.  Es obvio volver a las palabras del Génesis.: "en el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios".

Todo esto parece retórica desvinculada de nosotros seres mortales, viviendo confinados en medio de una pandemia que amenaza a todo el mundo en pleno siglo XXI. Somos seres humanos de carne y hueso, y padecemos por nuestra naturaleza terrenal. También somos seres que en nuestros cuerpos alberga el espíritu de Dios. Nuestros pensamientos paren las palabras, y las palabras realidades. La palabra aún hoy tiene poder creador. Su magia aún persiste.

¿Qué estoy pensando en medio de este encierro?   ¿Acaso estaré diciendo que estoy aburrido cuando en realidad lo estoy disfrutando, o acaso estaré quejándome de innumerables restricciones cuando tengo tanto tanto por agradecer? ¿Serán mis palabras creadoras o destructoras? Escribamos guiones de nuestras realidades partiendo de la gratitud, y de la consciencia de la potencial eternidad de nuestro espíritu, en contraposición con la fugacidad inexpugnable de nuestro cuerpo material. No olvidemos que el Verbo era Dios, y que la sangre de los dioses se mezcló con la masa de maíz, para que vivamos como hombres en busca de ser dioses. Luchen por escribir un poema cuyo tema central sea el amar, amar al que no hace daño, amar nuestra vida y amar nuestras más retadoras circunstancias. Todas ellas nos permiten crear oportunidades si cantamos como lo hacía el coro místico al final de la octava sinfonía de Mahler :

"Todas las cosas son transitorias
son sólo parábolas 
aquí la carencia 
se tornará derroche
aquí lo indescriptible
será  verá realizado;
el eterno femenino
nos llevará hacia el cielo."




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