viernes, 26 de abril de 2024

EL REGRESO DE LA AURORA

El tiempo todo lo cura siempre me han dicho, y creo que es la verdad. El tiempo transforma el dolor en recuerdo. El tiempo nos concede la serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar, el valor para cambiar las cosas que podemos cambiar, y la sabiduría para saber la diferencia. Tal como nos lo dice la oración de la serenidad que recitan los adictos en su camino de recuperación.  El tiempo desanuda la madeja de nuestras dudas y contradicciones. El tiempo no regala la fuerza para pararnos de nuevo y dar el siguiente paso, sin importar el embate que nos tiró al suelo. El tiempo nos ayuda a enfocar con un lente nuevo nuestra vida y, cada una de las experiencias vividas. El tiempo no actúa solo, el tiempo nos recuerda los ciclos y de los ritmos de la vida. El tiempo es un gran maestro. Pero ese maestro es escurridizo. Cuando lo miramos de frente nos hace un permanente llamado a la acción. Y para muchos infunde un gran miedo al porvenir.

Es gracias a ese maestro y su compañera, la paciencia, que estos meses que he vivido, después de duelos, pérdidas y tratamientos, que hoy me siento con ánimo de seguir estudiando en esta escuela de la vida.  Gracias a esas despedidas y a esos días “en la lona” como les digo yo, tuve la oportunidad de valorar cada una de las personas que tenemos a nuestro alrededor, hasta aquellas que nos hieren. Porque todas ellas, si nosotros lo asumimos así, nos ayudan a aprender a crear y mantener relaciones significativas, nos ayudan a abandonar patrones de comportamiento que nos limitan, nos ayudan a crecer, nos inspiran, nos acompañan.  También, durante este periodo de ausencia de las letras recordé que el tiempo se nos va como arena entre los dedos, pero si sentimos con intensidad, si disfrutamos hasta el malestar y el dolor, podremos deleitarnos de esos sabores ocultos que nos trae el manjar que llamamos vida.

Respetar nuestros ciclos es un arte. Yo intente a toda costa escribir algunas líneas durante estos meses. Esfuerzo que resultaba infructuoso. Quise hacer ejercicio cuando todavía estaba sin energía. Me empujaba a hacer cosas cuando me sentía incapaz. Gracias a estos meses recordé el viaje de transformación de una semilla a una flor. Cada flor tiene su propio ritmo. Cada semilla necesita de diferentes ingredientes. Algunas necesitarán más sol, otras semillas necesitarán más humedad. Lo importante es conocernos tanto para saber cuando tenemos que regarnos, cuando tenemos que salir al sol, cuando tenemos que trasplantarnos, cuando tenemos que podarnos. Florecer no pasa de la noche a la mañana. Necesita observación, determinación, trabajo, disciplina, y toneladas de amor.  Esta actividad requiere de tiempo y paciencia.

“Los dos guerreros más importantes son el tiempo y la paciencia.”  León Tolstoi

“El tiempo es el consejero más sabio de todos”. Pericles

De la mano de Tolstoi y Pericles los invito a que abracemos a esos dos guerreros. Los invitemos a cenar de nuestro manjar. Escuchemos su consejo. Y recordemos que es algo dado que no podemos crear. ¡No lo desaprovechemos! Decide hoy que vas a hacer que tanto has pospuesto. Decide hoy qué vas a enfrentar. Mira de frente a eso que tanto has ignorado.  Aparca el miedo, y acompaña a semilla en su tránsito a convertirse en flor. ¡Nunca es tarde!

Para mí, compartir mi tiempo con ustedes, es una gran bendición. 

¡Salud porque la aurora regrese a casa!

¡Feliz día!