“Me llamo Jose David, tengo 8 años, mi mamá se llama Lina, y los dos vivimos en Caldas, Antioquia. Mi gran deseo es ser chelista y asistir al Encuentro de Chelistas de Colombia, pero no tengo chelo porque no tenemos los recursos para comprarlo, ni mucho menos dinero para ir a Bogotá al encuentro. Nos costó mucho pedir ayuda, no sabíamos cómo y nos daba mucha pena. Después de hablar con mi mamá finalmente nos decidimos a pedir ayuda. ¿Y adivinen lo que pasó? ¡Magia! Hablamos con el evento y el chelo nos lo donó la mamá de una chelista bogotana, otro chelista más aportó para la inscripción del evento, otra persona prestó un apartamento en Bogotá cerca a la Universidad de los Andes donde será el evento, una amiga de mi profe me regalo la ropa para los dos conciertos, la Casa de la Cultura de Caldas nos ayudó para comprar los tiquetes. En fin, anoche puse un aviso en la puerta de mi cuarto que decía: Ocupado por un músico lindo de corazón alegre”.
¡Qué tal el convencimiento de lo que quiere ser! ¡Qué tal la
determinación por conseguir lo que sueña! ¡Querer es poder, señores y señoras!
La humildad para pedir y la compasión de las demás personas avivaron el fuego en
su corazón de ser un músico de corazón alegre.
El tiempo sigue su curso y así los acontecimientos en cada
una de nuestras vidas. En la mía ha habido un cambio de estación. Así como los árboles
resisten las gélidas temperaturas del invierno, pierden todo su follaje, y como
titanes y con mucho control y, hasta estoicismo, esperan pacientemente el despunte
del sol y el deshielo, así he sentido que han sido los últimos años de mi vida.
Pero cuando el calor de sol abraza a esos árboles que se pudieran pensar son
chamizos porque más escuálidos imposible, y la tierra nutre sus raíces, los
árboles hacen el despliegue de la más hermosa naturaleza. La florescencia
ocurre, los colores aparecen, sus aromas inundan el espacio. Las abejas
loquitas por tanto elixir no paran de trabajar. Y así es cuando nuestra verdadera
naturaleza emerge, nuestro ser se manifiesta regocijante, por la vida y por la
oportunidad de florecer, con inmensa gratitud por el invierno precedente,
porque nos permite admirar con reverencia la alquimia de la transformación, y
porque nos enseña con sable en mano lo que significa superarse, lo que
significa mudar de follaje y de identidad, lo que significa la humildad y la
aceptación, y lo que significa decidir cómo responder ante las adversidades de
la vida.
Jose David me mostró su valentía enmascarada en un aspecto
frágil, me mostró su sonrisa, su alegría, y su reverdecer al ver un video que
decía que amaba a una de las personas que lo habían ayudado. Ese guerrero sin armas
de metal se alista para abrir su corazón en el chelo, y para hacer la travesía
menos vana de todas, la de conocerse a si mismo, la de comprender que su voz es
única, la de reponerse a cualquier emboscada con la expresión como estandarte,
y con sus notas buscar conquistar la escurridiza belleza que se esconde en lo
profundo de su alma.
Yo me identifico con Jose David, hoy el sol vuelve asomarse
en mi horizonte, hacen su aparición mis flores. Decidí estudiar terapia de
sonido y de voz, decidí reenfocarme en mis estudios de chelo. Decidí capitalizar
mis aprendizajes y ponerlos al servicio de mi propia florescencia como de quien
me rodea. Decidí que abandonar el victimismo y asumir la responsabilidad.
Decidí abandonar el miedo y atreverme a desplegar mi follaje sin dudarlo.
Decidí tocar Carmen de Bolívar en el chelo. Decidí convencerme que soy capaz de
emprender un nuevo comienzo y de ser lo que me sueño. Decidí poner el aviso en
mi cuarto que como en el de Jose David dice: “Ocupado por un músico lindo de
corazón alegre”.