Les he de confesar que, en estos
días he estado cavilando lo mucho que la naturaleza nos enseña y, cómo nosotros
ensimismados en nuestros afanes olvidamos observarla y escucharla. Ella tiene
el poder de sorprendernos, tiene el poder de arrancarnos una sonrisa o hasta un
infarto si tenemos un encuentro cercano con una culebra. Es como un libro
en permanente escritura, es una sinfonía en permanente composición. Todo se
mueve. Cada elemento laborioso trabaja, sin cesar, por su supervivencia. Es tal
su perfección que la lluvia termina con el agobio de una resolana insoportable,
o contrario sensu, el sol es una bendición en medio un gélido invierno.
Pero no todo es trabajo. También hay momentos para disfrutar, sino que lo digan
las copas de los árboles que se mecen cuál cumbiamberas bailando la Pollera
Colorá, mientras el coro lo entonan las aves, y los árboles circundantes
levantan sus brazos al son de la melodía. El regocijo es inatajable, es
envolvente. Pero como nada es permanente, todo es cíclico llega el momento de
la quietud, luego llega la noche y el frío, luego el amanecer, la humedad
condensada, el sol, el calor, el florecer. En la naturaleza el sentido de la
existencia es muy claro. Todo es UNO.
Eso pasa en cualquier rincón del
planeta. Mientras tanto cada uno de nosotros en nuestras vidas luchamos por
sobrevivir. Luchamos por comprender el sentido de esta existencia. Muchas veces
confundidos por las señales contradictorias con las que nos enfrentamos, no
sabemos qué hacer, nos sentimos separados de los demás, desorientados y, con
frecuencia, desconectados de nuestra esencia. Nos frustramos por el
comportamiento de los demás, otras veces, por el propio. Pero lo angustia, y el
afán, no nos permiten ver que las respuestas que tanto imploramos la tenemos en
nuestras narices. Tomamos decisiones y luego, ante cualquier adversidad
quisiéramos echar la película atrás, ojalá pudiéramos rebobinar cual equipo de
sonido. El mundo y su sistema es una lucha individualista, en la que hacemos
daño, porque primero están nuestros intereses sin pensar en el efecto de
nuestras acciones, para los demás. El miedo nos encarcela. Vivimos atados a
nuestras percepciones. Olvidamos que todo es UNO. Olvidamos como
diría Thích Nhất Hạnh, prolífico escritor y trabajador incansable por la paz
quien falleció la semana pasada que, "sin barro no hay loto, honra tu
proceso".
Casualmente, el viernes tuve mi
medicamento que, por primera vez, me lo apliqué yo. Me mandó a la cama como
ustedes ya saben, a la media noche, me dio mucha fiebre y malestar. No me
hallaba. No tenía sueño. Tuve la oportunidad de prender una
chimenea. Y sentada ahí frente a ella, viendo los palitos de madera dejar
de ser madera para convertirse en fuego, y el fuego emanar calor, me di cuenta
de que, cada cosa que pasa en la vida nos convierte en algo más, así no nos
demos ni cuenta. Para mí la droga y el esfuerzo que me implica cada quince días
es como los palitos, se transforman en fuego interior, en ganas de vivir, en
ganas de servir, en ganas de dar cada paso de esta vida en forma consciente, en
ganas de comprender que yo también soy fuego, soy palitos, soy nube, soy un
cardenal, soy mar, soy aurora boreal.
"Cuando reconocemos las virtudes, el talento, la
belleza de la Madre Tierra, algo nace en nosotros, algún tipo de relación nace
el AMOR"
Thích Nhất Hạnh
PS. NANKURUNAISA palabra japonesa
que significa: " nunca olvides quién eres y vive por hoy y por el mañana,
que jamás se te olvide sonreír y por terrible que haya sido tu día recuerda que
el próximo día el sol te recibirá con una gran sonrisa, tú has lo mismo".