El agua recorre los surcos recónditos de la ciudad. Es de noche,
el gato maúlla, y las calles están vacías. Una que otra voz se reconoce entonando
su canción favorita. Las estrellas apoderadas en el firmamento. La noche se
regocija con cada encuentro, con cada sueño. Escucho mis pasos deambular en esa
noche sin nombre. Juego con mi ritmo y
el canto de las chicharras. La fuente de piedra, desgajando borbotones de agua,
se aposenta en el centro de la plaza engalanada de faroles colgantes. Yo sigo a
mi ritmo disfrutando el chasquido de las piedras y de su regocijo, al encontrarse
conmigo en el camino. Sigo adelante, un paso después del otro. Llego enfrente
de ella asombrada por su presencia y me siento sin pedirle permiso, en el
resquicio de su basamento circular, a escuchar la felicidad del agua al
lanzarse sin tapujo desde el pilón hacia el infinito. Y desde ahí, sin mas planes,
siento que el amanecer se avecina.
En los meses pasados he caminado en esa noche, observando, escuchando,
decidiendo. Me he sentado en la fuente. He visto lágrimas y risas. He visto
ternura y dureza. He visto lucha y entrega. Muchos me han preguntado por qué no he vuelto
a escribir, y la respuesta es que cada expiración viene precedida por una inspiración.
Y a veces inspirar significa detenerse a no pensar, a sentirse en la noche, a
esperar que el alba despunte y nos recuerde cómo el día puede llegar a refulgir.
No somos perfectos. Todos llevamos cargas, experiencias pasadas.
Todos vivimos retos e incertidumbres. En muchas ocasiones nos vemos vagando y
nos enfrentamos a caminos en yuxtaposición. Nos enfrentamos sin remedio a la
incertidumbre, a sopesar lo que nos pueda deparar el camino elegido. Sin embargo,
lo que he aprendido en mi noche del 2021, es que, si la elección viene del
corazón y no de lo que debe ser, o de lo que el mundo te exige, esa decisión
está precedida de paz y de tranquilidad. Fin último de nuestra existencia.
¿Cómo aprender a vivir sin darle al otro el poder de agredirnos? ¿Cómo
vivir sin darle al otro el poder de nuestra tranquilidad? ¿Cómo vivir sin
apegarnos al resultado y tan sólo disfrutar de cada paso que demos? ¿Cómo vivir
aceptando la transformación como la norma de nuestra existencia?
El alba tiene la maravillosa experiencia de mostrarnos de frente
con la luz, con el calor de sol, con el azul del cielo, y con el color de la rosa.
Los invito hoy, en este reencuentro, a aceptar los ciclos de nuestra
naturaleza, a aceptar la noche, a dejarla ir, y a abrazar el encuentro con nuestro
amanecer, con ese paso a hacia la luz de nuestros aprendizajes. Los invito a
vivir a plenitud, a vivir de frente a si mismos, sin mentiras y excusas, para poder
entregarse con delicadez a la misión encomendada, a la búsqueda de la paz, del
conocimiento, y de la belleza que se esconde en cada esquina de esa ciudad que
habitamos, y que rehusamos a explorar.
LA LUZ CORRE DESNUDA POR
EL RÍO
La luz corre desnuda por
el río
huyendo sin cesar en lo
movible
de la profundidad, del
hondo frío
en que empieza la sombra
y lo invisible.
La conoció al nacer, era
rocío,
no este vano correr tras
lo imposible,
imagen del humano desafío
a la divinidad. Sueño
apacible
que endulza los saleros
de los ojos,
mesa frugal y paz es lo
que anhela
navegante, soldado y rey
de antojos;
pero ¡ay! del ¡ay! del
alma, no se alcanza
a volver con los remos y
la vela
al puerto en que dejamos
la esperanza.
MIGUEL ANGEL ASTURIAS