viernes, 8 de octubre de 2021

Explorador del alba

El agua recorre los surcos recónditos de la ciudad. Es de noche, el gato maúlla, y las calles están vacías. Una que otra voz se reconoce entonando su canción favorita. Las estrellas apoderadas en el firmamento. La noche se regocija con cada encuentro, con cada sueño. Escucho mis pasos deambular en esa noche sin nombre.  Juego con mi ritmo y el canto de las chicharras. La fuente de piedra, desgajando borbotones de agua, se aposenta en el centro de la plaza engalanada de faroles colgantes. Yo sigo a mi ritmo disfrutando el chasquido de las piedras y de su regocijo, al encontrarse conmigo en el camino. Sigo adelante, un paso después del otro. Llego enfrente de ella asombrada por su presencia y me siento sin pedirle permiso, en el resquicio de su basamento circular, a escuchar la felicidad del agua al lanzarse sin tapujo desde el pilón hacia el infinito. Y desde ahí, sin mas planes, siento que el amanecer se avecina.

En los meses pasados he caminado en esa noche, observando, escuchando, decidiendo. Me he sentado en la fuente. He visto lágrimas y risas. He visto ternura y dureza. He visto lucha y entrega.  Muchos me han preguntado por qué no he vuelto a escribir, y la respuesta es que cada expiración viene precedida por una inspiración. Y a veces inspirar significa detenerse a no pensar, a sentirse en la noche, a esperar que el alba despunte y nos recuerde cómo el día puede llegar a refulgir.

No somos perfectos. Todos llevamos cargas, experiencias pasadas. Todos vivimos retos e incertidumbres. En muchas ocasiones nos vemos vagando y nos enfrentamos a caminos en yuxtaposición. Nos enfrentamos sin remedio a la incertidumbre, a sopesar lo que nos pueda deparar el camino elegido. Sin embargo, lo que he aprendido en mi noche del 2021, es que, si la elección viene del corazón y no de lo que debe ser, o de lo que el mundo te exige, esa decisión está precedida de paz y de tranquilidad. Fin último de nuestra existencia.

¿Cómo aprender a vivir sin darle al otro el poder de agredirnos? ¿Cómo vivir sin darle al otro el poder de nuestra tranquilidad? ¿Cómo vivir sin apegarnos al resultado y tan sólo disfrutar de cada paso que demos? ¿Cómo vivir aceptando la transformación como la norma de nuestra existencia?

El alba tiene la maravillosa experiencia de mostrarnos de frente con la luz, con el calor de sol, con el azul del cielo, y con el color de la rosa. Los invito hoy, en este reencuentro, a aceptar los ciclos de nuestra naturaleza, a aceptar la noche, a dejarla ir, y a abrazar el encuentro con nuestro amanecer, con ese paso a hacia la luz de nuestros aprendizajes. Los invito a vivir a plenitud, a vivir de frente a si mismos, sin mentiras y excusas, para poder entregarse con delicadez a la misión encomendada, a la búsqueda de la paz, del conocimiento, y de la belleza que se esconde en cada esquina de esa ciudad que habitamos, y que rehusamos a explorar.

 

LA LUZ CORRE DESNUDA POR EL RÍO

 

La luz corre desnuda por el río

huyendo sin cesar en lo movible

de la profundidad, del hondo frío

en que empieza la sombra y lo invisible.

La conoció al nacer, era rocío,

no este vano correr tras lo imposible,

imagen del humano desafío

a la divinidad. Sueño apacible

que endulza los saleros de los ojos,

mesa frugal y paz es lo que anhela

navegante, soldado y rey de antojos;

pero ¡ay! del ¡ay! del alma, no se alcanza

a volver con los remos y la vela

al puerto en que dejamos la esperanza.

 

MIGUEL ANGEL ASTURIAS