viernes, 26 de septiembre de 2014

Una nota desde el Istmo

Intento sin cesar volver reconocer en mi cuerpo esa comunión que hacia que mi mente remolcara mi cuerpo como uno de esos grandes trasatlánticos que cruzan el Canal de Panamá.  Ella lograba que mi cuerpo resonara en el otro océano.  La gravedad de mi compromiso con el camino de Santiago, y con mi propia vida ha llevado a recrear esa búsqueda.  Como ya no necesito los kilómetros como medida de mi progreso, he decidido que esa medida sea la plenitud de cada día resonando con cada tonada de las cosas más simples. La frase de una persona, sus lágrimas, su sonrisa, su devoción, su tristeza, su escaparate o hasta su ringtone sea algo que merezca el agradecimiento. 

En el camino. las cosas más simples iban cargadas de significado. En el afán de la vida, paso de una puerta de abordaje a otra y no me doy ni cuenta quién se sienta a mi lado, si siente dolor o no, si le da miedo el decolaje, o si necesita mi apoyo para el aterrizaje. Al contrario de entonces,  hoy voy encerrada en mi mundo y no me doy ni un segundo, para darme cuenta ni quien me habita , o quien he dejado de ser.

Sigue el tiempo pasando, las alemanas ya no aparecen como era de esperarse, aún la canadiense me da vuelta, y yo me siento otra a esa que me fui y a esa que llego del camino. Siento que todo lo vivido en España y todo lo vivido desde que llegue, con grandes encuentros y decisiones, me recuerden que cada paso en la vida, ya sea que la meta, sea el balance de la quietud y la acción, kilómetros o el navegar los océanos, debe llevar toda mi atención. 

El Istmo me recuerda que aunque se cambien los océanos, los sueños se hagan realidad y otros se desvanezcan en nuestra ilusión, siempre debemos mantener nuestra bandera hondendo, y con humildad y mucha paciencia , reconocer que siempre hay algo en ese deambular que como el remolque del canal, nos ayuda y nos da fuerza para reconocer que lo que somos y que sí podemos seguir siendo. 

Un abrazo


No hay comentarios:

Publicar un comentario