El sábado luego de dos días laborales decidí retomar mi rutina de caminar, y salí con todos mis juguetes, de pronto cuando llevaba 5 kms aproximadamente se me acerca un hombre llamado Edgar, vestido de adidas de pies a cabeza y lo primero que me pregunta es que si he hecho el camino de santiago, que él lo habia hecho desde el 2010 y que se había sorprendido de verme tan bien ataviada...y que apenas me vio la concha símbolo del camino, se emocionó y decidió abordarme. Lo maravilloso del encuentro es que hablamos sin prevenciones, y al final Edgar y yo nos despedimos :Buen camino! Este encuentro fue especial,porque desde que llegué a Medellin, he observado como vivimos ensimismados en nuestras rutinas, y no tenemos un segundo en la vida para conversar y sin armaduras conocer a otros. Estamos envueltos en tantas tareas pendientes, que la persona que se encuentra al frente carece de importancia frente al torbellino de pensamientos que tenemos. Nunca hay tiempo. Y vivimos muertos del miedo de hablar con alguien en la calle.
Habiendo avanzado otros 5 kms adicionales, decidí meterme por una trocha ya que busco mas tranquilidad y no tantos carros, ni ruidos, ni contaminación....caminé unos minutos y llegué a un portón del que no me dejaron pasar, mientras me devolvía me encontré con una mujer que me dice: " ese portero es muy mala clase, yo llevo por acá mucho, yo era la monja de la vereda", y yo le dije que ante la negativa del hombre yo no tenía otra opción que devolverme...ella vuelve a intervenir y me dice:" yo fui la monja...pero..pero..no me he casado...soy trabajadora social...pero la verdad creo que he perdido mi tiempo"....Por obvias razones yo no iba a saltar a preguntarle por qué se habia quitado los hábitos o diría mejor quién le había quitado el hábito...jajaj de rezar obvio....lo que me marcó de ese encuentro es que me recordó que debemos siempre perseguir eso que nos hace plenos, mas allá que seamos monjas con hábitos o sin hábitos...banqueros, medicos o ingenieros. La persecusión tiene que ser constante como los ciclistas en el Giro de Italia o en el Tour de Francia. Los campeones también padecen de hipotermia y sienten desfallecer, pero hay algo que no los deja parar, además de sus entrenadores, y les da el coraje, la voluntad y la fé para dar el siguiente pedalazo, hasta vestir después de muchos días de esfuerzo de rosado o amarillo.
El domingo y lunes, fueron días de reencontrame personas que tenía mas de 5 años de no ver, y agradecer su abrazo, su cara de sorpresa, su palabra de cariño, su interés sobre lo que ha sido de mi vida durante este tiempo. Esas palabras y gestos reconfortan el alma, y me recuerdan también, que la vida como en el ciclismo ( cómo ven cambié de deporte, para honrar a los nuestros por sus hazañas), el trabajo es individual y en equipo, no llegamos a cumplir nuestros sueños sin nuestros gregarios, ni nuestras familias, ni nuestros amigos.
Buen camino y buena semana!